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NECROLÓGICAS

Eduardo Barrenechea, el cronista de la 'revolución de los claveles'

Joaquín Estefanía

Veinte años justos después de la revolución de los claveles, ha muerto quien fue su mejor cronista. A los compases de Grándola, vila morena, Eduardo Barrenechea cruzó la raya de Portugal y describió, para todos los españoles, la vía portuguesa hacia la democracia, la forma de salir de aquella paz de los cementerios de Salazar y Caetano. Sus reportajes en Informaciones, el diario de referencia de la época, hicieron saltar todos los fusibles de la censura y fueron seguidos con esperanza por miles de ciudadanos deseosos de compartir con el periodista la vehemencia de la libertad. Las palabras de Barrenechea se asociaron íntimamente a Eduardo Barrenechea. aquel cartel, que hace una semana hemos recordado, del niño rubio colocando el clavel en la bocana del fusil del soldado.Socialista sin partido, teñido de un fuerte componente ácrata, Eduardo Barrenechea ya había dado muestras de su talento periodístico recorriendo España una y otra vez, o dirigiendo aquel Informaciones Económicas, antecedente de la prensa económica de rigor que nacería a principios de los años sesenta. Fundador de la Asociación de Periodistas de Información Económica, exterminador de los sobrecogedores (periodistas que cobraban como publicidad sus noticias), insobornable política o económicamente, Eduardo encontró dificultades para ocupar el puesto central que le correspondía en el periodismo contemporáneo. Sus problemas de salud le habían apartado de la primera línea de fuego, pero antes -una vez que cerró Cuadernos para el Diálogo, revista de la que fue subdirector en toda su etapa semanal- ya se había producido un encontronazo entre sus creencias inamovibles y una realidad que pasteleaba para sobrevivir sin alarmas.

Eduardo Barrenechea enseñó o dirigió a toda una generación de periodistas, algunos de los cuales hubieran tenido serios problemas para publicar en los últimos años del tardofranquismo si él no hubiera empeñado toda su autoridad en mantenerlos: Juan Luis Cebrián, Félix Pacho, Martín Prieto, Sol Gallego-Díaz, José Luis Martínez, Pedro Altares, Enrique Bustamante, José Antonio Gabriel y Galán, Francisco Mora del Río, José García Abad, Julián Martínez, Federico Abascal, Manolo Alcalá, Forges, Peridis y tantos otros que fuimos sus coetáneos. Inclusos sus maestros, como Jesús de la Serna, aprendieron mucho de su honestidad, de su entrega, de la modernización que supuso su trabajo informativo, muchas veces rozando el límite de lo tolerable por la censura gubernamental y empresarial de aquellos años. Era el mejor, con mucho, de todos nosotros.

Si hubiese que destacar por encima de los demás algún elemento de la personalidad por parte de Eduardo Barrenechea, éste sería la integridad profesional y el cariño a sus amigos y a sus discípulos (aunque, en un alarde de modestia, nunca reconoció tener de estos últimos). No creyente, ha muerto rodeado de una mujer periodista, Elisa, y de tres hijos solidarios y emocionantes. Lo único que espero, en este momento de enorme desconsuelo, es que no haya sufrido mucho en estos tiempos de vértigo y de desazón que tan poco se parecen a los que él había soñado y por los que tanto luchó.

[Hoy, a las 9,30, saldrá el entierro del tanatorio municipal de la M-30 de Madrid hacia el cementerio de Carabanchel Sur, donde recibirá sepultura.]

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