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Un hotel de siete estrellas

Los estudiantes de hosteleria practican con clientes de pago

Paz Álvarez

El hotel-escuela, de tres estrellas, es el único hotel madrileño que luce en la fachada siete. Claro que estas últimas no justifican ningún lujo ni derroche, sino el emblema de su propietario: la Comunidad autónoma de Madrid.No es lo único que distingue a este hotel. Su plantilla carece de profesionales. Sus empleados son los más de 150 alumnos de la Escuela de Hostelería. Y su precio no compite con los fijados por otros hoteles, ya que una habitación doble con bañera de hidromasaje cuesta 4.580 pesetas. "Es barato porque es una inversión en formación y no hay qué cubrir costes", explica Ramiro Espinel, director del centro. El funcionamiento de este hotel, situado en el kilómetro 13 de la carretera de Colmenar Viejo, se rige por el calendario escolar de los estudiantes. Y entre sus clientes reciben a numerosos conferenciantes, participantes en congresos, hombres de negocios de paso por la capital y huéspedes habituales, que a sabiendas de este "pequeño paraíso" repiten siempre. "Jamás admitimos a grupos de estudiantes en viajes de fin de curso porque ya se sabe lo que pasa...", asegura Espinel.

Los estudiantes se ocupan de tres especialidades: recepción, cocina y servicio de restaurante y bar. Eso sí, siempre espiados y bajo la atenta mirada de sus profesores, siempre al quite para que los pupilos no cometan ni el más mínimo error. "No podemos simular: tenemos clientes que pagan, se quejan, protestan, y hay que cumplir", señala Espinel. Una de las normas que los alumnos tienen que aprender es a tratarse "siempre entre ellos de usted". La actitud respetuosa hacia el cliente es tan importante como las lecciones prácticas y teóricas, las clases de contabilidad, idiomas o informática.

Nada más traspasar la entrada, dos atentas señoritas, de chaqueta azul, falda gris y un toque de color en el pañuelo rojo del cuello, atienden el mostrador de la recepción. María Blanco, de 23 años, ha estudiado fotografía, habla inglés, aprende francés y alemán y suena con ser directora de algún parador. Pero mientras, recibe con una sonrisa a los clientes que llegan al hotel. "Lo más importante para ser una buena recepcionista es saber hablar cara al público y tener paciencia", asegura esta alumna.

Y es en las cocinas, situadas en la planta baja, donde se cuece todo. Unos 80 alumnos, en su mayoría hombres, con perfecto dominio del francés, aprenden a hacer pan, salsas o cualquiera de los platos que componen el menú de primavera, a base de exquisiteces como paté, salmón marinado, lenguado mare nóstrum, brocheta flambé o buñuelos de chocolate con helado de queso. El precio del menú asciende a 1.500 pesetas.

Los futuros cocineros van rotando por los cuatro grupos en los que dividen el trabajo: cuarto frío (donde preparan los géneros con un día de antelación), entremetier (primeros platos), salsero (salsas y segundos platos) y pastelería (postres). Además de las clases prácticas, los estudiantes aprenden materias como higiene alimentaria, nutrición y dietética y técnicas básicas de servicio, entre otras.

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Sobre la firma

Paz Álvarez
Periodista especializada en gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, tiene un programa de desarrollo directivo por el IESE. En 1993 comenzó a escribir en la sección de Madrid y, en 1997, se incorporó al diario CincoDías, donde creó la sección de Directivos y ha sido jefa de la sección de Fortuna hasta 2022.

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