Una semana
El lunes y el viernes fui despedido de mis trabajos de lunes y de viernes como si de una tarde de luminoso sunday hablásemos. El martes encendí un cigarro que cerraría mi etapa de fumador, un forense jubilado curó mi sordera congénita. Como si tal cosa, me emborraché bajo un anochecer cuidadosamente meditado, porque por la noche es de noche y es de día unas horas, y lo que antes era martes ahora ya es jueves. Jueves Santo, Corpus jueves, medio jueves, siempre en medio. Era de esperar que por ser el único día que fui a la universidad no había clase, había biblioteca, pero no había puerta. De la llave ya ni hablo. Sábado: el único del mes, veo a mi profesora particular que me jura que me ama a sus 50 años, aunque, como es ilegal y no tiene papeles, no hay alma que lo demuestre. La mañana del domingo es tan fugaz como la ligera huella que deja en la conciencia un extraño sueño. El sábado por la tarde normalmente lo vive otra persona por mí. El miércoles fui al cine tres veces, los tres miércoles. Ha acabado la semana corriente y rutinaria, leo ahora el periódico y pienso en las cosas tan raras que le pasan a la gente. Eso sí, una semana no es una vida, es sólo una semana.-