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La Corte Suprema chilena ordena reabrir el 'caso Soria' y para la amnistía

La primera sala de la Corte Suprema ordenó, por unanimidad de sus cinco integrantes, reabrir el proceso por el asesinato del ciudadano español Carmelo Soria, muerto en 1976 por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), el más temible aparato represivo de la dictadura. La resolución abre las puertas para que el juez especial del caso pueda individualizar a los autores del crimen y evite que la amnistía cierre la investigación.

El tribunal acogió la apelación de la parte querellante (la familia), revocó el sobreseimiento del caso que había dictado la justicia militar y ordenó al juez que tenía el proceso realizar las diligencias pendientes. Entre estas diligencias, el abogado de la familia Soria, Alfonso Insunza, pidió que sea citado a declarar el ex jefe de la DINA, el general retirado Manuel Contreras, Están también pendientes un exhorto para que declare desde Estados Unidos un testigo del crimen y careos entre los miembros de la brigada Mulchén de la DINA, que asesinó a Soria.

La rápida y unánime decisión de la primera sala del máximo tribunal produjo sorpresa en los medios judiciales. Constituye un nuevo vuelco en este caso, que muchos creían en su etapa final desde que a fines de 1993, cuando el juez Marcos Libedinsky apoyo, también de forma inesperada, el sobreseimiento dictado por un tribunal militar que consideraba anmistiado el delito.

La Corte resolvió en la madrugada de ayer en España, un día después de haber escuchado los alegatos. El propio Insunza se sorprendió por la celeridad.

El juez Adolfo Bañados, que el año pasado dictó la primera condena por violación de los derechos humanos durante el régimen militar, al sentenciar a Contreras y al segundo de la DINA, presidió la sala que escuchó los alegatos del caso Soria. Investigando otro asesinato de la DINA, el del exministro socialista Orlando Letelier, perpetrado en Washington en 1976, Bañados dio con el hilo que llevó a los autores del crimen del español.

Después de ser secuestrado por la DINA, Soria fue conducido al domicilio de Michael Townley, un norteamericano que integraba la brigada Mulchén, y que organizó el atentado contra Letelier.

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El español fue torturado e interrogado por sus vínculos con el Partido Comunista. Los agentes de la DINA lo ejecutaron quebrándole el cuello contra el peldaño de una escalera. Posteriormente, para simular un accidente, empaparon el cuerpo de Soria con alcohol y lo arrojaron en su coche por la pendiente de un camino.

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