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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Como un bombardeo

ESTA SEMANA,se han cumplido dos años desde el inicio del cerco de Sarajevo. En estos 24 meses de bombardeos sobre la ciudad se han producido 10.000 muertos y más de 50.000 heridos. Es enorme, pero ligeramente inferior al número de víctimas producidas en ese periodo en España a consecuencia de accidentes de tráfico. Unas 6.000 al año: el equivalente a la totalidad de la población de una localidad como Benicassim, en Castellón, o tantas otras del territorio español. ¿Y qué esfuerzos no estaríamos dispuestos a hacer, qué medidas no exigiríamos con energía al Gobierno si supiéramos que una catástrofe amenaza con borrar del mapa a una de esas localidades con todos sus habitantes dentro?Este año, 114 personas han perdido la vida en accidentes registrados durante las vacaciones de Semana Santa. Sigue siendo espantoso, pero supone la cifra más baja desde 1985. La discusión sobre si esa disminución es efecto en primer lugar de la mejora de las carreteras o de cualquier otro factor particular es bastante absurda: todo influye. También, sin duda, la tétrica, pero realista, campaña que estos días ofrecen los medios de comunicación, y sobre todo la televisión. Hay muchas personas que retiran la vista cuando se emiten esas imágenes, que bajan el sonido para no escuchar; es comprensible que lo hagan, porque se trata de escenas descarnadas, casi inaguantables; pero esas mismas personas no pueden dejar de tener en cuenta, cuando cogen el volante, eso que no han querido ver ni oír. Y de eso se trata.

Si sirve para que los automovilistas conduzcan menos temerariamente, y ello influye en la reducción del número de accidentes, la campaña está justificada, cualesquiera que sean las pegas que puedan oponérsele desde otros puntos de vista: el dolor provocado en los familiares de las víctimas, la impresión desagradable producida, etcétera. Esas pegas son secundarias cuando lo que está en juego es la posibilidad cierta de reducir el número de víctimas, único criterio de eficacia de cualquier campaña de este tipo. Por eso resulta incomprensible la iniciativa del Partido Popular de pedir la retirada de la campaña, y francamente ridícula la argumentación con que defendió tal iniciativa el diputado de ese partido Rogelio Baón: que se habían formado "muchos atascos a causa del agarrotamiento de los conductores provocado por la campaña de la Dirección General de Tráfico".

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