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Un síntoma peligroso

Emilio Lamo de Espinosa

Todos los estudios realizados durante el periodo de la transición democrática mostraban que, a medida que descendíamos en la escala de edad y ascendíamos en la escala de educación, el interés por la política, de una parte, y el apoyo a la democracia, de otra, crecían. Se trataba, pues, de una situación extremadamente alentadora, ya que el apoyo a fórmulas autoritarias desaparecía con el tiempo mientras crecía el apoyo a fórmulas democráticas.No hay peor táctica que la del avestruz. Pero algo similar hacemos cuando evitamos sacar las consecuencias evidentes de los datos. Y éstos indican que aquella situación se está invirtiendo, y asistimos hoy a la emergencia lenta pero profunda de una quiebra entre los jóvenes y la política, quiebra que arrastra otra similar -por fortuna mucho menos aguda- entre los jóvenes y la democracia, si bien ambas crecen día a día.

Me limitaré a comentar resultados que aparecen una y otra vez en los sondeos referentes a jóvenes entre 18 y 25 años de edad.

Pues bien, por lo que hace al interés por la política, cerca del 80% declaran estar poco o nada interesados en ella. Sorprendentemente, lo que menos les interesa (¡en una democracia!) es el Parlamento: más del 70% contestan que les interesa poco o nada. Desinterés que concuerda con el bajo nivel de información que tienen: cerca del 70% se consideran poco o nada informados, pues prácticamente dos de cada tres jóvenes se acercan a la información política ¡menos de una vez al mes!

Desde luego, alrededor del 80% considera la democracia preferible a cualquier otra forma de Gobierno, si bien a un no desdeñable 10% le es indiferente o aceptaría una dictadura en algunas circunstancias, pero más del 60% cree que nuestra democracia tiene muchos defectos. Tantos, que esa valoración positiva de la democracia se torna en una valoración muy negativa de la política democrática.

Así, la mayoría de los jóvenes está de acuerdo en que "esté quien esté en el poder, siempre busca sus intereses personales". No es de extrañar que consideren que no pueden influir nada en las decisiones que toma el Gobierno de la nación; en conjunto 8 de cada 10 se reconocen impotentes frente a la política.

La lógica consecuencia es que aproximadamente el 40% no se identifique con ninguna tendencia ideológica, y el porcentaje de socialistas es inferior a la media nacional y muy inferior a la del grupo de edad de 26 a 40 años. En resumen, el principal sentimiento que les produce la política es el de aburrimiento y el segundo el de desconfianza.

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Por supuesto, los resultados varían según sondeos, pero la imagen resultante, aun distinta y con matices nuevos, conservaría la misma tonalidad demoledora.

Un fenómeno de este orden no tiene nunca una causa; son muchas y variadas. Aquí no resulta posible aludir a ellas. Pero sean las que fueren, el resultado objetivo es que no somos capaces de inculcar en nuestros jóvenes un razonable respeto hacia la política y la democracia y, al contrario, estamos generando indiferencia cuando no desprecio.

Pues todo parece indicar que se está gestando una nueva quiebra generacional, similar, pero de sentido inverso, a aquella que en los años sesenta opuso a jóvenes y adultos. Los jóvenes de entonces (hoy adultos) aceptan el régimen político democrático, pero los jóvenes de ahora, sin embargo, lo observan con indiferencia o desconfianza. Es una situación muy peligrosa.

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