Retórica
Ya que vamos a tener que come congreso del PSOE para rato, me van a permitir que contribuya con estas líneas al empacho, porque yo creo que cuanto antes nos llenemos antes vomitaremos el producto de la indigestión y, con él, los corpúsculos fecales que envenenan la mayonesa política. A Chesterton, que amaba el pensamiento paradójico le habría gustado mucho asistir a los últimos concilios del PSOE, porque suelen ganarlos los mismos que los pierden: del anterior salieron victoriosos Solchaga y los suyos, que no habían dado una en las votaciones correspondientes; en cuanto al último, parece que ha lucrado a Guerra, aunque según los indicadores objetivos sus posiciones han quedado seriamente maltrechas.Si tuviéramos buena voluntad, podríamos interpretar los resultados de esta reunión como un triunfo de la tolerancia: efectivamente, que tres corrientes diferenciadas dentro de la organización hayan sido capaces de ponerse de acuerdo, cargando el acento en lo que les une más que en lo que les separa, tiene su mérito. Lo que pasa es que la buena voluntad está un poco maltrecha, como todo en general, de ahí que más que leer esos resultados como un triunfo de la tolerancia, nos inclinemos a traducirlos como un éxito de la retórica. La retórica es un arte sutil que encandila cuando tiene algo dentro, pero que sienta mal al pensamiento cuando se trata de una cáscara vacía, es decir, cuando el ruido ocupa más espacio que las nueces. Y es que es muy difícil hacer pasar un ruido, por muy bien hecho que esté, por una nuez. Y aquí no había nuez.
O sea, que hemos visto mucha disparidad pero ninguna diferencia entre unos y otros. Rectifico: a Chesterton no le habría gustado, porque, pese a la abundancia de paradojas, el pensamiento ha brillado por su ausencia.
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