Difícil cambio
LAS ELECCIONES generales que se han celebrado el domingo en El Salvador revisten una importancia singular. Primero, porque en ellas se decidirán todas las instituciones de una nueva estructura estatal basada en el voto ciudadano: los alcaldes, los diputados de la Asamblea, el presidente de la República. Se trata del nacimiento de un nuevo El Salvador, después de 11 años de una terrible guerra civil; y de regímenes de dudosa legitimidad, tanto con los Gobiernos de Arena -el partido actualmente en el poder- como, anteriormente, con los de una democracia cristiana que servía de cobertura al poder de los militares.En esta ocasión se han presentado al pueblo salvadoreño unas posibilidades realmente nuevas, gracias a la paz firmada en diciembre de 1992 entre el presidente Cristiani y el mando del Frente Farabundo Martí, un frente guerrillero que agrupa a diversos movimientos de orientación izquierdista. La materialización de esa paz no ha sido fácil. En varias ocasiones pareció que todo se venía al suelo. Sin embargo, gracias a un importante papel mediador de la ONU, en el que ha destacado la acción de los observadores españoles, la paz se ha mantenido. Las elecciones del domingo han sido, pues, la culminación de ese complejo proceso.
Los peligros no han desaparecido, por supuesto. El candidato de Arena se perfila como casi seguro ganador, aunque se precipitó al anunciar su victoria por mayoría absoluta en la madrugada del lunes, algo que el Tribunal Electoral no ha confirmado todavía.
Aún pesa mucho el miedo de amplios sectores a Arena. Este partido organizó los escuadrones de la muerte. A su principal líder, el ya fallecido D'Aubuisson, se atribuye el asesinato del arzobispo Romero. Arena fue también encubridor del asesinato del jesuita español Ellacuría y de sus colaboradores. Son hechos que no se han borrado y que frenan el clima de reconciliación necesario para unas elecciones realmente democráticas.
Es cierto que en la conducta del presidente Cristiani, aunque dirigente de Arena, hay rasgos totalmente distintos: ha firmado la paz con el FMLN, su papel ha sido decisivo para la celebración de las elecciones y su esfuerzo conciliador parece sincero. Pero ¿qué será Arena sin Cristiani? Muchos temen un retorno a los años oscuros.
Para avanzar hacia un futuro de paz civil y democracia, El Salvador tiene que salir del dilema entre Arena y guerrillas. En este sentido se han dado ya pasos importantes. El hecho en sí de la consulta electoral representa un salto cualitativo hacia una vida democrática. Ahora hace falta que la toma de posesión de los nuevos diputados y de los nuevos alcaldes vaya creando un tejido democrático, sobre todo en la mentalidad de las gentes, que se pueda crear un clima de tolerancia, formas de cooperación ciudadana, de confrontación pacífica entre ideas diferentes, dando así un nuevo sentido a la política.
En ese orden, es significativo que, en sectores moderados del Frente Farabundo Martí, se considere prioritario en esta etapa el asentamiento de los nuevos diputados y alcaldes que acaban de ser votados por el pueblo en las urnas, y menos el problema de la elección del presidente. En todo caso, El Salvador ha entrado en una nueva fase de su historia. Una buena noticia después de tanta tragedia.
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