Deyecciones caninas
Según informa El País Madrid (23 de febrero de 1994), Madrid ha revalidado brillantemente su título europeo de capital de la basura, si bien parece ser que en el cómputo de mierda-average se observa cierta mejoría. Como es natural, el responsable edilicio se ha mostrado disconforme, insinuando un partidismo -quizá judeomasónico-, pero aprovechando la coyuntura para volver a la carga a propósito de las deyecciones caninas, y sobre el particular quisiera recordar que no de ahora, sino de siempre, Madrid es invadido de madrugada por silenciosas jaurías de canes asilvestrados a la busca de un fácil sustento. Nadie puede negarnos que muchos de ellos pueden ser los causantes de los desaguisados excrementicios.Ahora bien, el problema es muy otro. Madrid, sin haber sido jamás urbe muy limpia, se ha mantenido hasta muy recientes fechas en raseros de tolerable decoro, mantenidos esforzadamente a base de mangas-riega, escobas, cepillos y madrugones. Así fue durante el directorio militar de Primo (Vallellano, Semprún, Aristizábal), República y guerra (Pedro Rico, Henche de la Plata), franquismo (Alcocer, Moreno Torres, Mayalde, Arias), más un etcétera por los omitidos hasta llegar al Viejo Profesor. Todos ellos (o, más exactamente, sus delegados) procuraban, en el asunto limpieza, empujar el carro, y el armatoste andaba por las adoquinadas -y después asfaltadas- rúas matritenses. Ahora bien, los actuales responsables decidieron efectuar, quizá, su revolución pendiente y todo se fue al garete.
La solución no es complicada. Rehacer el sistema anterior, ya que en este caso concreto cualquier tiempo pasado sí fue mejor.-
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