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España es uno de los países del mundo donde más ha aumentado la inmigración

Las previsiones de éxodo del Este al Oeste no se han cumplido, según la OCDE

Antonio Caño

Los dispositivos puestos en marcha por la OCDE para cerrar sus fronteras no han servido de gran cosa. España, un país con escasa población inmigrante, ha conocido un aumento espectacular de la misma, pasando en dos años de 200.000 a 400.000 extranjeros en 1991. Éste es uno de los datos que resalta el último informe anual de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Según el mismo informe, Alemania sigue siendo uno de los principales focos de atracción. Allí ha ido a parar, por ejemplo, el grueso de la población huida de la antigua Yugoslavia.

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Los aires de recesión que soplan por el mundo no han acabado con el empleo de mano de obra extranjera en los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), según indica su informe anual, elaborado sobre las tendencias de los movimientos migratorios internacionales de 1991 a 1992.El informe destaca que los extranjeros residentes legalmente en España han pasado, en los últimos 30 años, de 65.000 a cerca de 400.000. Tras los procesos de regularización de 1985 y 1986, los marroquíes se han convertido, con 50.000 personas, en la comunidad de extranjeros más numerosa, al mismo nivel que la comunidad marroquí en el Reino Unido.

Le sigue en importancia la presencia de los alemanes, portugueses, franceses y argentinos. El crecimiento de los emigrantes en España se acelera de forma espectacular a partir de 1989, cuando el número de residentes extranjeros se dobla hasta alcanzar la cifra señalada. Pero, como también subraya el análisis, esta cifra de expatriados sólo constituye el 1% de la población total española. Una minucia frente a Alemania, que cuenta con una población extranjera de seis millones de residentes, que constituye el 7,7% de su población total.

Movimientos imprevistos

En 1992, Alemania, fiel a su tradicional postura de la última década, fue el país más generoso en concesión de solicitudes de asilo, que han alcanzado un total de 440.000 personas. Aparte de los huidos de ex Yugoslavia, en esta cifra se incluyen 104.000 rumanos, más de 31.500 búlgaros y cerca de 28.000 turcos.Las previsiones que profetizaban un gran éxodo Este-Oeste no se han cumplido, según reconoce este informe. Sin embargo, el conflicto de la ex Yugoslavia constituye un caso ejemplar del potencial de movimientos de población imprevistos que siguen latentes, según este informe, en la Europa central y en la antigua Unión Soviética.

Los países de la OCDE [organización de 24 países europeos fundamentalmente, aunque pertenecen a la misma Japón, Estados Unidos y Nueva Zelanda) son la principal meta de las 660.000 personas que han huido de la ex Yugoslavia desde el comienzo del conflicto en 1991. Alemania ha absorbido casi una tercera parte de estos expatriados. El resto, se ha distribuido principalmente entre Suiza, Suecia y Francia.

El pasado año, Alemania recibió a unos 110.000 refugiados de la ex Yugoslavia frente a los a los 40.000 acogidos en 1990. Alemania, además, se ha convertido en el foco de las emigraciones Este-Oeste que, en menor medida, también han afectado a países como Austria y Suecia.

Junto con Turquía, Grecia y Finlandia, Alemania se ha convertido también en el polo de atracción esencial de un nuevo fenómeno, el de las emigraciones de las minorías étnicas procedentes de zonas de Europa central y la antigua URSS que han sufrido en la historia reciente importantes y sucesivas modificaciones en el trazado de sus fronteras.

Unos 220.000 emigrantes llegados a Alemania de estas zonas en 1990, son de origen alemán. En Finlandia, las llegadas de rusos de origen finlandés representan cerca del 40% del total de sus nuevos llegados. Grecia, por su parte, sigue recibiendo a pontianos inmigrantes de origen étnico griego procedentes de la antigua URSS.

Los lazos existentes entre comunidades de origen étnico común, separadas durante años por las fronteras y la rigidez de las autoridades comunistas en esta materia, son uno de los motivos que explican que Turquía se convierta en un nuevo foco de atracción.

Vecino apetecible

Turquía, país exportador de mano de obra a Alemania y Francia, ha tenido que adoptar medidas para restringir el acceso a sus fronteras con Bulgaria, tras la avalancha de 300.000 emigrantes búlgaros pertenecientes a la minoría turca, resultante de cinco siglos de dominación otomana. Para ellos, mejor cualificados gracias a la obligatoriedad de la instrucción del régimen comunista, Turquía, país más desarrollado que el suyo, se presenta como un vecino muy apetecible.Estas nuevas olas centroeuropeas también han modificado la composición de las corrientes migratorias en países como Bélgica donde, en 1991, cerca del 30% de las solicitudes de asilo procedían de la ex Yugoslavia y Rumania, frente al 40% de las tradicionales demandas de africanos, mayormente de su antigua colonia de Zaire.

Las emigraciones procedentes del Magreb y del África subsahariana han seguido volcándose preferentemente en los países del sur de Europa, como Francia, donde constituyen la tercera parte de las solicitudes presentadas, Italia y España.

Ante el fortalecimiento de los impedimentos fronterizos, países como Bulgaria, situado en un estratégico cruce y con pocas restricciones fronterizas, se han convertido en interesantes puntos de paso en los rodeos de las corrientes migratorias procedentes de países en vías de desarrollo, que se ven obligadas a ello para flanquear las restricciones; mayores controles en los aeropuertos comunitarios; cambios desfavorables en la legislación de asilo, y mayores tasas de rechazo a las demandas de refugio registrados en la OCDE.

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