"La lengua del erotismo es el castellano"
La escritora y periodista catalana de 33 años, Mercedes Abad, ganadora en 1986 del premio La Sonrisa Vertical por su libro Ligeros libertinajes sabáticos, escribíó una obra de teatro a petición de un director y dos actrices. Tres suicidas en busca de una comedia con ribetes eróticos que les rondaba la cabeza. Una comedia apta para una función sin ayudas estatales, o lo que, exagerando, viene a ser un montaje al margen de la ley. El resultado, Pretérito perfecto. Más de 100 funciones en el teatro Alfil.Pregunta. Este año, el premio La Sonrisa Vertical ha quedado desierto. ¿Quizá por esa pobreza de léxico a la que usted alude con frecuencia?
Respuesta. Pues sí. En parte, yo escribí Ligeros libertinajes sabáticos porque me aburría mucho la literatura erótica que caía en mis manos. Dicen que los escritores siempre queremos hacer el libro que nos gustaría leer. También echaba en falta sentido del humor en el erotismo, o ciertas dosis de sátira. Porque luego vienen las películas como Nueve semanas y media y parece que son los primeros que se untan con miel.
P. Las edades de Lulú acabó en el cine. ¿Usted prefirió el teatro?
R. Yo no sé qué pasa, pero a los escritores siempre les hace ilusión que rueden sus historias, pero luego se sienten traicionados. Yo lo intenté con un amigo y acabamos enfadados.
P. ¿Pesa mucho la etiqueta de escritora erótica?
R. Te harta que todos los encargos vayan por ahí, pero en este caso he seguido el montaje casi escena por escena. Yo quería ser actriz, intenté ingresar en el Instituto de Teatro de Barcelona pero no me aceptaron, y creo que con razón.
P. Pretérito perfecto fue su primer texto largo escrito en catalán.
R. Había escrito tan sólo algunos artículos. Soy absolutamente bilingüe en mi vida cotidiana, pero mi idioma literario es el castellano.
P. Y las frases eróticas, ¿cómo le suenan mejor?
R. El catalán tiene cosas muy graciosas, pero la lengua del erotismo es el castellano.
P. Además de periodista y escritora, en ocasiones ha trabajado en un bar.
R. Sí, durante cinco meses, pero era un bar modestito, sin diseño. Me despidieron y a los tres días supe que era finalista del premio La Sonrisa Vertical. En una barra aprendes muchas cosas. Tuve experiencias divertidísimas, como el exhibicionista que apareció por el bar.
P. Parece que en Madrid su obra ha funcionado.
R. El Alfil es un teatro muy cálido. Yo siempre digo que en Madrid me fundo. A veces me pregunto por qué no vivir allí una temporada.
P. ¿Y cuál es la respuesta?
R. Pues que yo disfruto de Madrid como lo haría un extranjero. Llego y todos mis amigos se vuelcan en agasajarme, en llevarme de un lado para otro. Entonces, yo mitifico Madrid y su marcha, porque ando de garito en garito hasta el amanecer. Eso no lo puedes hacer en el lugar donde vives y trabajas. Reconozco que en Barcelona la gente no sale un lunes por la noche, no hay tabernitas abiertas. Madrid es una alegría constante.
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