Un tímido con retranca
Cuenta un periodista que, invitado por Manuel Chaves poco después de su toma de posesión como presidente de la Junta de Andalucía -en 1990- a desayunar en su despacho, se preparó -el periodista- para contestar a lo que él suponía sería un largo interrogatorio acerca de Andalucía, lo que se dice un desayuno informativo. Sin embargo, el largo encuentro se redujo a preguntas del tipo: "Y tú, ¿cómo estás?", y "¿Hace mucho que no vas por Sanlúcar?".Prudentísimo y cauteloso, sus silencios han sido interpretados como timidez por sus compañeros de partido en Andalucía, hasta que, a mediados del 93, se pasó claramente al bando del presidente del Gobierno, tras una vida de moderación durante la cual estuvo tan a buenas con González como con Alfonso Guerra. A partir de entonces hay quien se pregunta si tanta contención no quiere decir que Chaves -bautizado públicamente por Felipe Alcaraz como "No Chaves, no contesta"- está siempre guardándose una segunda trinchera desde la que salvarse, o escapar, en el último momento.
Otros piensan, dándole a la interpretación psicoanalítica, que Manolo -así le llaman sus amigos- se ha pasado los años quitándose, metafóricamente, claro, padres de encima. Primero se produjo la discusión fuerte con su progenitor biológico, un militar de la escuela ceutí -a la sombra del monte Hacho nació Chaves hace 48 años- que veía fatal que uno de sus nueve hijos le hubiera salido rojeras. Vino después la ruptura con Nicolás Redondo, cuando el enfrentamiento entre UGT y el PSOE. Chaves, que estaba en los dos sitios, era considerado por el periodismo, en aquel momento, como la mano derecha de Redondo, que lo llamaba Manolito. Sin embargo: "Yo soy un hombre de partido, mucho más que de sindicato, y me decanté por el primero. En aquella época pensaba que las diferencias políticas no iban a reflejarse en las relaciones personales, pero no es así. Llevo mucho tiempo sin hablar con Redondo". Lo que hablaron cuando Chaves era ministro de Trabajo no contribuyó, precisamente, a mejorar la situación.
Por último viene su abandono de Guerra, una de las dos mitades del ectoplasma -la otra, por supuesto, es González, pero es quien manda- que ha condicionado al PSOE hasta ahora. Mientras nos tomamos una cerveza en el parque de María Luisa, al que ha llegado sin escolta y conduciendo un coche familiar que parece deliberadamente desordenado, Chaves matiza: "Yo tengo vuelo propio desde hace muchos años. Es decir, yo creo que la política, y sobre todo los puestos de responsabilidad, te dan independencia y seguridad en ti mismo, pero sería absurdo que dijera que Felipe y Alfonso no han influido en mi vida y en mi pensamiento político".
En el partido, sobre todo después de la habilidad para el viraje que ha mostrado, se le profetiza un gran porvenir, "si lo hace bien". Porque, por otro lado, tiene ese sambenito de hombre muy bueno, excelente persona, pero de pocos aprobados. Más bien de una considerable media de notables. Lo sabe, y eso puede ser otra de sus cualidades políticas. La que le hace abrir poco la boca, para no resbalar, porque si resbala sabe que no tiene recursos.
Y está el capítulo de sus virtudes humanas, de su bondad. Excelentísima persona, dicen, muy amigo de sus amigos, aunque su círculo es muy limitado. Esa bonhomía del tipo que, siendo todo un presidente de importante autonomía, te invita a su casa y, una vez allí, se quita el jersey, resopla con alivio, se hunde en un sofá, acaricia al perro: muy humano. Pero hay quien dice que esa bondad oculta un cálculo y una frialdad que ha ido adquiriendo con los años: "Joder con la bonhomía, no te das cuenta de lo que es hasta que la sufres".
Pero es gentilísimo, y en la mañana de autos en el María Luisa estaba hasta hablador, sin duda porque rompimos el fuego conversando de cine, que es una afición que sigue teniendo -Marilyn Monroe, en el pasado, y Debra Winger, hoy, son las chicas que más le gustan-, de literatura -acaba de leer El maestro de esgrima, de Pérez-Reverte, y le encantan las novelas de espionaje- y de música, aunque en esto último está más atrasado y sólo coincide con sus dos hijos -un chico de 19 años y una muchacha de 15- cuando se ponen a escuchar a Clapton, los Beatles o los Rolling. Con la suave sonrisa atrincherada en esa mitad de su gran cabeza en donde se le junta la escasa expresividad, recuerda también que su gran pasión, desde siempre, ha sido la política exterior, y que de muy jovencillo su primera pelotera con papá la tuvo porque tenía la habitación empapelada de recortes en donde aparecían políticos mundiales. "Ser ministro de Asuntos Exteriores es lo que más me gustaría en la vida. Pero soy un muerto para los idiomas. Aunque no me quiero morir sin saber bien inglés o francés. Tendré que hacer uno de esos cursos intensivos, cuando me retire".
Esperando el congreso
Los guerristas que le auparon a la sucesión de Rodríguez de la Borbolla, y que posteriormente -cuando Felipe deshojaba la margarita del me voy o me quedo, en una de sus depresiones cíclicas- le propusieron la sucesión, no salen del pasmo producido por hallarse con hueso tan difícil de roer. En Sevilla se asegura que, si el próximo congreso federal sirve para cerrar las heridas entre los dos bandos, habrá paz por largo tiempo en Andalucía; pero si no, que se vaya preparando, porque se la tienen jurada los ahora débiles partidarios de Alfonso Guerra -que le acusan de haber utilizado la infraestructura del Gobierno autónomo y los dineros de los presupuestos para afianzar a los renovadores-, y pueden fastidiarle la candidatura a la reelección como presidente de la Junta, dejándole debilitado frente a un Javier Arenas a quien el PP propondrá unánimemente. El propio Chaves cree que "si el partido no sale del congreso más cohesionado, habrá sido un fracaso rotundo y lo pagaremos caro". Que González haya pedido manos libres -"Manos libres no debe tenerlas nadie"- para formar la ejecutiva le parece más bien una metáfora: "En un momento de crisis, de una de-terminada confrontación dentro del partido, yo entiendo que Felipe debe tener un determinado margen de autonomía, de maniobra, para conformar un equipo homogéneo que esté identificado con él, para ofrecerlo a los secretarios generales".
Asegura que está viviendo la crisis del PSOE en Andalucía "con mucha tensión y agobio. Es doloroso porque, fundamentalmente, el enfrentamiento y las diferencias las tienes con muchas personas que son amigas tuyas, y también se da la paradoja de que, ideológicamente, o en los planteamientos del partido, estás unido muchas veces a personas que no son tus amigas". Sea ideología o conveniencia, para él se trata "de cabeza, más que de corazón".
Afirma que, aunque al que le escucha pueda resultarle poco creíble, "mis apetencias no van por suceder a Felipe, aunque mi nombre suena siempre cuando se habla de eso. Mis aspiraciones van en otro orden de cosas: vivir más tranquilamente, tener tiempo para la familia. He tenido poca comunicación con mis hijos, mi hija siempre dice que su padre pasa de ellos, y eso me duele mucho". Dice que Antoñita, su mujer, le ha servido de gran apoyo, relativizando, poniendo las cosas en su sitio. Otros aseguran que es quien le ha hecho tomar conciencia de su poder.
Lo cierto es que, dentro de su comedida afabilidad, se le ve seguro -"Antes, yo tenía muchos complejos"-, y hasta la famosa dislexia, que le hacía decir espí alquino por esquí alpino, pago por paro y confundir el reino alauí con el Reino Unido durante sus discursos en una visita a Marruecos, parece haber desaparecido. Sólo una vez durante nuestra charla dijo tipidez por timidez. Lo cual es todo un avance.
MAÑANA EN EL PAÍS: J. C. Rodriquez Ibarra
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