A pesar de la sociedad
Hoy ya casi nadie duda de que los dos mayores problemas políticos que aquejan a la sociedad son los efectos sociales de la crisis económica estructural (sobre todo el paro) y la falta de vitalidad democrática. Durante los meses anteriores a las últimas elecciones generales del 6 de junio del 93 se produjo un crescendo de ambas cuestiones y durante la campaña electoral se proyectaron múltiples propuestas para abordarlos. A la mañana siguiente de la consulta, Felipe González, líder de la minoría mayoritaria, aseveró que "habían entendido el mensaje de la sociedad". Modestamente creo que el próximo congreso del PSOE va a celebrarse a pesar de la sociedad, dejando al margen aquellos problemas y las promesas progresistas anunciadas para abordarlos.Se dice que va a ser un congreso en el que Felipe "debe tener las manos libres" para configurar una dirección ejecutiva. Me temo que de ello también se deriva la exigencia de que las tenga para poder reforzar una política que, al igual que ocurrió en el último congreso del PSC, no va a ser considerada como materia sustancial de debate congresual.
¿Cuál es la justificación principal de esta política? La política de Felipe González parece justificarse principalmente en una apuesta: aguantar como sea esta legislatura, hasta el 97, para disfrutar de los efectos de la reactivación económica y remontar así la caída de expectativa de voto. Como sea se debe asegurar la mayoría de 176 votos, la llamada estabilidad del Gobierno, impulsando políticas emanadas de proyectos cada día más cercanos en lo social y en lo económico, como son el de Pujol y González, el de Roca y Solchaga.
Las medidas de la política económica presentan a un Gobierno a la deriva conservadora, reiterando sus propios errores, ampliándolos con su inspiración en el programa electoral de CiU, cuando no en la concepción practicada por el pujolismo: véase el contenido sobre los contratos de aprendizaje, o recuérdese quién fue el primero en viajar buscando multinacionales al precio que fuese (Pujol hablaba de Cataluña como pista de aterrizaje mucho antes de que Eguiagaray fuese a Japón a buscar no se sabe qué garantías por parte de Suzuki o de Nissan). Por otro lado, la reforma del mercado laboral se dirige a desplazar a los interlocutores representativos de los trabajadores, facilitando a su vez nuevos márgenes de beneficio para comportamientos improductivos (como, por ejemplo, crear nuevas sociedades a las que se les derivan los beneficios, con lo que se gozará de tres años de vacaciones fiscales).
Por otro lado, el llamado impulso democrático no ha conllevado aún ni una sola propuesta acordada para revitalizar la política. Me temo que por aquí se va al descalabro progresista.
El CIS (y otras encuestas) auguran la continuada caída de expectativa de voto del PSOE. El Gobierno ha roto toda perspectiva de diálogo con los sindicatos. En el Parlamento casi no existe un terreno de coincidencias del PSOE con IU e IC.
En la antesala del Gobierno espera José M. Aznar de forma paciente y cómoda. Desde ella pretende proyectar imagen de modernidad, de responsabilidad, sin ninguna necesidad de enseñar sus cartas, ni en los temas económicos ni en los democráticos. Es más, en los democráticos parece que el futurible Gobierno del PP y el actual Gobierno del PSOE están objetivamente de acuerdo para no impulsar la regeneración democrática: ni hablar de la comparecencia del presidente del Gobierno ante el Parlamento. Ni tocar el sistema electoral de listas cerradas. Mantener el espacio institucional como un predio patrimonial. Acomodarse en la opacidad financiera de los partidos políticos, etcétera. Es un enorme error no abordar en el Congreso el debate progresista sobre estas cuestiones. Porque, por más que uno lo pretenda, los problemas siguen ahí: tanto los que se derivan de la crisis como los que provienen de la falta de vitalidad democrática. Y cada día se tendrá menor credibilidad de izquierdas para abordarlos. El contrato electoral ha sido roto de una forma demasiado burda: ¡oh, paradoja! Se decía que: estábamos saliendo de la crisis mucho antes y mejor que el Reino Unido o Italia. Se llamaba al prestigioso juez Garzón porque iba a presidir una comisión de investigación sobre las presuntas irregularidades en la financiación de los partidos políticos. (¿Asistiremos a un "monumental acto de hipocresía", expresión de un conocidísimo comentarista, si el PSOE no asume sus responsabilidades políticas en el caso Filesa?).
Sería necesario que el congreso del PSOE tuviese la voluntad de abordar con valentía y voluntad de cambio aquellas dos cuestiones: crisis económica y democracia. Que lo hiciese de forma decidida e imaginativa. Que sacase la cabeza por la ventana y observase cómo se abordan en otros países, cómo lo hacen entre las fuerzas progresistas en Italia, o en el diálogo político-social de izquierdas en curso en Francia, o en el intercambio de propuestas entre verdes y socialdemócratas en Alemania.
Tarde o temprano (ojalá pronto) los colectivos que nos reclamamos de la pluralidad de corrientes de izquierdas podríamos y deberíamos, entre otras tareas: a) abrir una reflexión conjunta sobre la concreción de una política de crecimiento respetuosa con el medio ambiente, dirigida a la solidaridad y a la igualdad de oportunidades; b) elaborar políticas socioeconómicas de relanzamiento productivo, de apoyo a sectores autóctonos y a la creación de grupos industriales; c) fomentar especialmente entre la juventud la convivencia plural de lenguas, culturas e identidades; d) salir al paso de toda sombra de corrupción acercando los partidos a la ciudadanía con transparencia y participación; e) una concepción de Estado que profundizase las libertades constitucionales y enfocase la federación de nacionalidades y regiones; f) revertir todo ello, y más, en serios y sólidos compromisos parlamentarios y de gobierno.
No tocar nada sería desaprovechar otra ocasión, esta vez congresual, dando una prueba de inmadurez democrática. Hay quien aún cree que el líder, se llame Felipe o como se llame, encarna y arrastra un proyecto para siempre. Muy cerca de aquí, en lógica sucesión de alternancia, desaparecen opciones políticas y personales a veces con auténticos terremotos políticos. El progresismo social también bulle, y puede afianzarse muy por delante de lo que hoy ensimismados creemos que es la sociedad. La realidad nunca ha dejado de ser tozuda.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.