Martirio se quita la peineta e incorpora a su hijo a su espectáculo
La cantante sevillana presenta su último disco, 'He visto color', en la sala Caracol
Hasta los catavinos llevaban grabado en rojo el nombre de Martirio. Todo, en la madrileña sala Caracol, se engalanó ayer al modo flamenco: fino, picos y tapas de queso y de jamón. En el escenario, sin peineta, pero más Concha Piquer que nunca, estaba Martirio. Presentaba su disco He visto color, dedicado a las cuarentonas y compuesto, en su mayor parte, por su hijo, de 20 años. El niño, un pedazo hombre, la acompañó a la batería y fue la comidilla del acto: unas alababan su belleza y otras recalcaban lo mucho que se le parece.Entre el público que acudió a la sala para asistir a la esperadísima presentación del cuarto disco de la cantante se encontraban desde el rockero Santiago Auserón -disfrazado de su nuevo personaje Juan Perro-, al inevitable Paquito Clavel o los cantautores Pablo Guerrero y Javier Krahe. Con los músicos se mezclaron algunas de las plumas más afiladas de la denominada prensa del corazón, algunas actrices, fans totales de la cantante, y los correspondientes managers y demás gente del mundillo musical.
Este cuarto elepé, que cuenta con las colaboraciones de Raimundo Amador y Kiko Veneno, muestran cómo el cante universal de las sevillanas puede ser sabiamente combinado con los ritmos y arreglos musicales más modernos. El rap, el swing y el jazz le dan la mano a ese baile sevillano que, por una vez y afortunadamente, no sucumbe bajo el peso de la gomina.
La propia Martirio comentó que muchos se habían sorprendido por la fusión de ritmos. "Me dicen: '¡Ay, a mí no se me había ocurrido que lo pudieras hacer'. Y, claro, yo les respondo, mientras tú estabas ganando duros, yo estaba en mi casa pensando".
Maestro de ceremonias
La presentación del acto corrió a cargo del maestro de ceremonias en este tipo de eventos, Ricardo Cantalapiedra. "Una cosa es el martirio y otra la Martirio, pero ambos acaban en visión. El mártir ve el cielo y la Martirio ve color y además por sevillanas", dijo Cantalapiedra, que definió a la Concha Piquer de los noventa como una mujer capaz de infiltrar la sevillana en el gregoriano o en el folclor secreto de la Polinesia.
Tras la presentación, que se inició pasadas las 13.30, en el escenario de la sala apareció la heroína de un flamenco moderno que nunca deja indiferente a quien lo escucha. La cantante presentaba dos novedades en su look tradicional: ha sustituido sus peinetas de recreaciones posmodernas -,la sevillana solía ponerse en el pelo lo mismo un tenedor que una Giralda o una jaula- por un tocado de flores a juego con el vestido -un traje de volantes en tono salmón y a su estilo, que es el clásico-, y las gafas de sol, de cristales más claros de lo habiual, que dejan intuir su verde y atractiva mirada.
Acompañada de un selecto quinteto de músicos, Martirio ofreció la primicia en directo de seis de los temas que van incluidos en el álbum. La cantante ofreció desde A mí quién me cuida -la historia de una jubilada viuda que se echa novio y se va a vivir con él sin casarse para no perder las pensiones- a Come-come, He visto color, Tú no te escapes, De tanto mirar o Look at this boys -un desternillante tema en inglés, preguntándose en dónde se encuentran esos hombres perfectos que se levantan con la gomina puesta y que sólo salen en el cine, la televisión y los anuncios- Pero el tema más aplaudido fue el que será primer sencillo: 1.000 calorías, unas sevillanas rap en clave de crónica del devenir dietético de una andaluza gordita.
El público, entregado desde el principio, aplaudió y le lanzó todo tipo de piropos durante la corta actuación de la cantante. Ella, no menos entregada, devolvió los aplausos con palabras cariñosas.
El personaje misterioso
Las letras de este nuevo disco se las reparten entre la propia Martirio y el inefable Kiko Veneno; la música es de Kiko y del hijo de la cantante, Raúl F., un misterioso personaje que dará que hablar en el mundo de la música. De momento, Raúl F. prepara, junto con otros colegas sevillanos -seguidores todos de Kiko Veneno-, un nuevo disco: Los mártires del ritmo.
Tras el concierto, se celebró una comida a la que asistieron buena parte de los asistentes. A los postres empezó otro concierto, esta vez fuera del escenario y con Martirio como espectadora: Santiago Auserón se pusó flamenco y hasta cubano. Con él se unieron al cante otros de los músicos. Cinco horas depués de su inicio, la fiesta se encontraba en su mejor momento.
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