Induráin, espedador privilegiado de la primera batalla seria del año
"Nada, irá como espectador y si se pone a tiro, pues lo coge", describe uno de sus cuidadores. Pero difícil lo tiene Miguel Induráin. Su puesto en el ciclismo mundial le permite esos privilegios. Y al mismo tiempo se lo prohibe. La París-Niza, que hoy comienza y termina el domingo, es la primera batalla seria del año. Será la pasarela donde se vea lo que promete la temporada.
¿Dónde puede el establishment -Induráin y Tony Rominger- observar cómo vienen las nuevas generaciones e intervenir si se ven amenazados? ¿Dónde Bugno intentará resucitar y dónde los jóvenes querrán mostrar que pueden subirse a las barbas de los,viejos? "En la París-Niza", responde Manolo Saiz, director del ONCE. Las escuadras presentarán sus mejores productos y el mundillo de especialistas comenzará a valorar.La París-Niza se ha ganado este carácter desde antiguo. Allí vio la luz el neófito Stephen Roche en 198 1, por ejemplo. Y allí Miguel Induráin -ganador en 1989 y 1990-,supo por primera vez que podía ganar el Tour. Rominger, en 1991, empezó en las rutas que llevan desde la capital francesa hasta la Costa Azul a ganar carácter antes de agarrar la Vuelta. Y Álex Zülle, la gran esperanza de futuro, allí triunfó el año pasado.
"La París-Niza es como un Tour en pequeño", continúa Saiz. "Hasta ahora lo tenía todo. Su prólogo, su contrarreloj por equipos, su llegada en alto y su cronoescalada. Aunque este año esté más limitado el abanico de variedades ciclísticas [no habrá ni prólogo ni contrarreloj por equipos] el carácter es el mismo".
Saiz ganó esta prueba con Zülle, pero no piensa repetir la actuación este año. "Hasta el 15 de marzo no se empezará a ver el verdadero ONCE", anuncia. "Zülle ya subió este escalón el ano pasado y no es cuestión de repetirlo. No tiene que demostrar nada". La carga de la prueba ha pasado a sus compañeros de generación, la del 68, que querrán demostrar algo.
El solapamiento es el principal peligro. Los nacidos en tomo a 1968 cumplirán esta temporada los 26 años. El momento de pasar de promesas a realidades. Quieren tener su propia voz. No desean que su valor pase inadvertido: quieren ser los asesinos de los del 64, de Induráin y compañía. Y quieren cortar de raíz otra amenaza, la tenaza total Bien que no puedan con los viejos, pero que tampoco los más jóvenes les trepen por las piernas.
Armand de las Cuevas es de los que tienen miedo. Nació en 1968. Todos le venden como el único francés que en estos momentos tiene capacidad de hacer algo en el Tour. Y él se lo ha creído tanto que ha preferido salir de la agradable sombra de Induráin en el Banesto para liderar el Castorama de Cyrille Guimard. El año pasado falló. No pudo con la París-Niza. El resto de la temporada hizo de díscolo hasta que logró el despido. Ahora ha llegado el momento de que demuestre que no es un bravucón.
El Tour comienza a ganarse en marzo, no sólo cogiendo el golpe de pedal sino intimidando a los posibles pretendientes. "Irá a coger el punto y no a aprovecharse del punto que coja", dicen en el Banesto de Induráin. De espectador, pero no tanto. Porque, entre los viejos le acompañarán Rominger y Gianni Bugno. La tarea de intimidación comenzó la semana pasada en Valencia -Induráin ganó la primera contrarreloj del año ante Rominger- y continuará en Francia. El español y el suizo, por lo menos, tiene ya la capacidad de poder ganar sólo por la clase, aunque no -estén en su mejor momento.- Y, además, le pueden añadir las ganas.
Esa ansia se la puede incrementar Bugno. El italiano, maldito las dos últimas temporadas, ha mostrado signos de vitalidad temprana en febrero. Y eso no se lo pueden permitir. El mejor enemigo, el que se sabe derrotado de antemano. Y tanto uno como otro desean que Bugno siga en ese papel.
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