Una motorista muere ante su marido, aplastada por un camión
José Vicente vio morir a su esposa, Sagrario, bajo las ruedas de un gran camión en la carretera de La Coruña. Sagrario Alcalá García, de 33 años, entraba a Madrid a los mandos de una moto custom (de manillar alzado) de 250 centímetros cúbicos color frambuesa. Su marido, José Vicente, la seguía en una máquina más potente. Habían abandonado su casa de Los Molinos hacía un rato y debían estar a las nueve en la oficina.A la altura del kilómetro 20,600 y cuando el reloj marcaba las 8.35, según datos de la Dirección General de Tráfico, Sagrario se echó hacia el carril derecho, por donde circulaba un gran camión. La mujer chocó contra la cabina; la moto salió disparada y ella cayó hacia la derecha. Las ruedas del camión le pasaron por encima.
En ese tramo de la carretera, cercano a Las Rozas, la calzada es de sólo dos carriles, y por ello quedó cortada inmediatamente la circulación, aunque pronto se habilitó un tercer carril, robado al sentido de salida.
Las retenciones se alargaron dos kilómetros y medio, informa Carlota Lafuente. Mientras, el cuerpo de la chica esperó media hora a que el juez fuera a levantar el cadáver.
Saturnino, que tiene una granja al lado de la carretera, vio eI follón de lejos: "El camión era muy grande, portugués, y el casco de la chica estaba destrozado, desde luego", decía. A pocos metros, una grúa retiraba las dos motos de la carretera. El chico dejó abandonada la suya.
La moto de la chica estaba reluciente, con pequeños golpes en el costado derecho y el manillar desviado. Pero sobre el asfalto una mancha alargada de sangre seca, rodeada de un trazo de tiza, marcaba el lugar donde cayó Sagrario. "A nosotros no nos cuentan nada, se murió. y ya está", decía el de la grúa.
Con los ojos cerrados
Más entrada la mañana, la familia de la víctima se concentraba en el Instituto Anatómico Forense a la espera de que fuese practicada la autopsia de Sagrario Alcalá. José Vicente, con su chupa de motorista adornada de insignias, tenía la nariz y los ojos enrojecidos y, después de abrazarlos, les contaba el accidente a unos antiguos compañeros de la Facultad de Geografía".
"Sí, yo iba detrás, la mala suerte fue que ella cayó para el lado del camión y la moto, para el contrario", decía, "nadie tuvo la culpa, el conductor del camión estaba destrozado, el hombre".
Su esposa, que trabajaba de administrativa en la empresa British Petroleum, se había aficionado a la moto hacía poco, según contaban los amigos. Antes de tener la suya, una Yamaha 250, recorría los 50 kilómetros que separan Los Molinos de Madrid en la moto de José Vicente.
En la sala de espera del Instituto Anatómico Forense, los padres de María Sagrario, sentados al lado de la de refrescos, dejaban pasar el tiempo con los ojos cerrados.
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