_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Leblanc

No era el madrileño achulapado de Arniches, sino el joven golfo de posguerra, un pícaro de buen corazón, con más labia que espaldas, capaz de llevarse al huerto con su verborrea incontenible al turista foraneo, al paleto recién aterrizado en la urbe y a Concha Velasco, una novia decente y trabajadora que hacía lo posible por sacar partido de aquel bala perdida que atendía por Tony Leblanc.El cine costumbrista español de los años cincuenta y de los primeros sesenta contaba con actores entrañables y castizos, veteranos como José Orjas, Antonio Riquelme o Manolo Morán, insustituible guardia urbano, en un tiempo en el que los madrileños conocían a sus guardias por el nombre de pila y les dejaban regalos en su garita al llegar la Navidad.

Tony Leblanc pasó al cine de colores de los años del desarrollo sin perder sus arrestos de golferas y su prosopopeya dé casta fetén. Su tipo y sus maneras de actor salvaron más de una película de bajo presupuesto y corto vuelo. En Los tramposos, apoyado por su tronco Antonio Ozores y su sufrido factótum Venancio Muro, Tony Leblanc bordó como nunca su papel de simpático calavera; su actuación como tonto del timo de la estampita creó escuela y sigue influyendo todavía en los timadores sin imaginación.

Tony Leblanc no tuvo mucha suerte con los directores y las películas, no pasó a formar parte del elenco de Berlanga ni de los nuevos cineastas españoles, su personaje fue poco a poco sustituido por el de otro gran actor, Alfredo Landa, al que le tocó encamar el prototipo zafio y rijoso del macho hispano en una secuela de pesadilla. Pero Tony Leblanc nunca se encerró en los márgenes de la gran pantalla; como humorista hizo de la pantalla doméstica su feudo, y creó otro arquetipo castizo, un albañil ilustrado y charlatán, el Eulalio, que reflejaba las esencias del madrileño popular. Un paleto capaz de resolver dialécticamen-. te los conflictos de la ONU y del Ayuntamiento, que no se cortaba al hablar de economía o de política internacional, de fútbol o de toros, una enciclopedia ambulante que resumía y caricaturizaba con tino el papel que los madrileños solían interpretar con sus parientes y amigos llegados de provincias. El castizo respondía al desafío hablando con mucha prosopopeya, utilizando términos que ni comprendía ni sabía pronunciar y envolviendo a sus interlocutores en una maraña esdrújula y mareante.

Tony Leblanc no tuvo herederos, desde su retirada de los platós y los escenarios nadie ha ocupado su puesto. Lástima que las nuevas hornadas chelis llegaran demasiado tarde para gozar de su magisterio, que sólo aflora cuando las televisiones públicas y privadas abren su mortífero baúl de los recuerdos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_