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Entrevista:

"Yeltsin no da más de sí"

Pilar Bonet

"Borís Yeltsin era secretario de un comité provincial del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y continúa siéndolo y no se elevará por encima de ese nivel, no da más de sí. No es culpa suya, no puede superarlo", dijo Kazánnik en una entrevista que concedió ayer a EL PAÍS en el aeropuerto moscovita de Vnúkovo, donde tomó el avión con destino a la siberiana ciudad de Omsk. Antes de volver al hogar que dejó en octubre, cuando Yeltsin le nombró, Kazánnik, de 53 años, y sus más fieles allegados brindaron con champaña por la renovación moral del país."La amnistía fue el primer conflicto importante con Yeltsin señala Kazánnik, que recibió un despacho oficial del ayudante presidencial en temas de seguridad, Yuri Baturin, en el que se le pedía que frenara la amnistía. En el despacho iba una nota de Yeltsin dirigida a Kazánnik; al jefe del Servicio Federal de Contraespionaje, Nikolái Golushko (destituido el lunes); y al ministro del Interior, Víctor Yerin; para que actuaran de acuerdo con las indicaciones de Baturin. Kazánnik llamó entonces por teléfono a Yeltsin y obtuvo cuatro noes en respuesta a sus preguntas:

"Le pedí por favor que retirara el documento, y él se negó; le dije que me veía obligado a cumplir la disposición de la Duma Estatal sobre la amnistía, porque de lo contrario transgrediría la Constitución, y él dijo que no; le dije que había amenaza real de guerra civil si no los liberaba, y me respondió que no, que habría guerra civil si yo les dejaba salir (a los amnistiados) y, entonces, yo le rogué que, en ese caso, aceptara mi dimisión, porque no podía cumplir sus instrucciones, y él contestó que no, que buscara una salida. Y la busqué".

Kazánnik afirma que comenzó a "sospechar que pasaba algo malo" a su llegada a Moscú tras sus primeros encuentros con Yeltsin. "En particular me preocupó mucho que el presidente añadiera notas diciendo destitúyanlo innmediatamante e informen en los despachos mediante los cuales los jefes de administración de provincias recomendaban echar a fiscales que supuestamente habrían vacilado en la crisis de septiembre y octubre. Es decir, Yeltsin comenzó a inmiscuirse en la política de personal, de la Fiscalía. Quiero aclarar que encontré una forma de no cumplir ni una sola de esas resoluciones, conservé, a todos los fiscales y nadie me puede acusar de haber transgredido la ley", dice con orgullo Kazánnik. El antiguo fiscal confiesa estar especialmente decepcionado de "los allegados" del líder `ruso. "Antes, yo lo miraba todo de lejos y creía que el presidente estudiaba los problemas en profundidad. Luego vi que sus allegados pueden ignorar la ley, dar instrucciones ilegales, adoptar decisiones ¡legales y hasta cierto punto imponérselas a Yeltsin", señala.

Las instrucciones dadas por Yeltsin en relación a la amnistía ', no son las de un presidente con un elevado sentido de la moralidad y preocupado por el destino del país y por el interés del pueblo", según el fiscal, que se sintió humillado el viernes cuando varios altos funcionarios cercanos al presidente le convocaron para convencerle de que frenara la libertad de los prisioneros de Lefórtovo. "Cuando me encontré con ellos comprendí que esa gente no podía dar consejos. Dios me libre de pretender ser jefe del Estado , pero yo los pondría de patitas en la calle", dice. Kazánnik se desilusionó especialmente ante Yuri Baturin, "un hombre al que respetaba mucho, tlan inteligente y tan fino" y se sintió incómodo y sorprendido por el comportamiento del ministro del Interior, Víktor Yerin. "Sus movimientos eran tan agitados que parecía un niño y todas sus recomendaciones se reducían a una sola cosa: a que no ejecutara la amnistía, Me decía que hicera como si no existiera y si había problemas de orden público ya se encargaría él de ellos. La presión que ejercían sobre mí me convenció de que podíamos pasarnos la noche discutiendo, así que les dije que iba a pedir una clarificación de conceptos a la Duma, aunque yo, como jurista y fiscal, comprendía que no la necesitaba, que era como pedir píldoras para el muerto, porque la Fiscalía no discute, no se inmiscuye en los problemas, sino que cumple estrictamente, la ley", explica Kazánnik. Según él, también cumplió con la ley el destituido Golushko, del cual dependía funcionalmente la cárcel de Lefórtovo.

La posibilidad de restringir los derechos cívicos o políticos de los amnistiados es "aríticonstitucional", afirma, y califica de "salvaje" la reunión programada para ayer entre el presidente, su consejero Gueorgui Satárov, el jefe de la Duma, Iván Ribkin, y el nuevo fiscal en funciones, Alexéi Iliushenko. "A mí también me aconsejaron sabiamente que pensara en cómo dejarles salir haciéndoles firmar un papel comprometiéndose a no dedicarse a la política, pero en la Constitución no dice que los ammstiados, los que han recibido la gracia del Estado, no tengan derecho a dedicarse a la política. Y si la Duma adopta cualquier decisión de revisar la amnistía, o les prohibe dedicarse a la política, será el suicidio de la Duma, porque transgredirá la Constitución", advierte Kazánnik.

El grave conflicto creado por la amnistía hubiera podido evitarse de haber existido un Tribunal Constitucional, que hubiera podido dictaminar sobre el tema. "Como jurista, vi las asperezas de la precipitada disposición de la Duma, y el Tribunal Constitucional, si hubiera una ley sobre el mismo, hubiera podido eliminar la disposición por su propia iniclativa, pero la Fiscalía no tiene ese derecho. El presidente Yeltsin, según Kazánnik, se equivocó al invalidar la ley sobre este alto tribunal, porque se creó un vacío legal.

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Kazánnik ha manifestado que piensa pasar a la "oposición moral y espiritual para influir en el régimen de Yeltsin mediante iniciativas y acciones basadas en el riguroso respeto a la ley y los principios de la moral universal". "La oposición comunista y la nacional-patriotera son inaceptables para mí", señala este hombre que se confiesa creyente, aunque asegura que su en Dios no ha tenido ninguna influencia en su actuación.

"Me dan mucha pena los delincuentes, pero más pena me dan las víctimas. He actuado de acuerdo con la más estricta legalidad. Una amnistía inmediata exige una liberación inmediata y nada más. Yo considero que incluso unos minutos de detención resultan penosos, tanto más sin el debido fundamento legal. Mire el caso de Vil Mirzoyánov [el científico acusado de revelar secretos de Estado por denunciar pruebas con armas químicas], cuyo expediente de liberación llegó de noche. Yo no alegué que estaba descansando o que me iba al teatro, sino que pedí que le liberaran inmediatamente".

Kazánnik no excluye la posibilidad de volver a Moscú, y muy pronto, ya que la confirmación de una destitución o un nombramiento en el cargo de fiscal general corresponde al Consejo de la Federación (la Cámara alta del Parlamento), que se reúne a mediados de marzo. Si llega a comparecer ante esta cámara, Kazánnik quisiera decirles a los diputados: "Yo no transgredí la ley, y si ustedes consideran que este es mi delito, acepten mi dimisión. Pero si confían en mí, entonces Rusia tendrá el primer fiscal independiente de su historia". Su sucesor interino en el cargo, Iflushenko, "destrozará la Fiscalía" ",en su opinión, ya que en su anterior puesto en la administración presidencial "intentaba constantemente inmiscuirse en el trabajo de la Fiscalía y dar consejos e indicaciones en casos concretos". "Tengo la impresión de que basta darle alguna tarea, incluso ilegal, para que la cumpla", asegura.

Kazánnik no repetiría hoy el gesto generoso que dio a Yeltsin la posibilidad de formar parte del Sóviet Supremo de la Unión Soviética en 1989. Desde su llegada a Moscú, sus relaciones con el presidente han sido "distantes" y de trabajo. Se negó a vivir en el nuevo

bloque de viviendas lujosas donde residen la familia Yeltsin y varios otros altos cargos. "Mi mujer tenía miedo a vivir allí, entre rejas", dice el ex fiscal Kazánnik, que considera corno algo "ajeno" a él tanto la "adulación" como la "aureola de mártir".

Por eso, las comparaciones entre Borís Yeltsin, humillado y perseguido por el PCUS en 1987 y él mismo en la Rusia de hoy le parecen improcedentes. "Yo no voy a pedir que me rehabiliten y nunca fui miembro del Partido Comunista", concIye Alexéi Kazánnik.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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