Mando
Antiguamente, el poder dentro de la familia lo ostentaba el anciano. A su nombre estaban las escrituras de propiedad, que se guardaban en el cajón de la cómoda. La foto familiar se componía sentando siempre en el centro a este personaje, que era el pilar de la economía doméstica, y a su alrededor en forma de orla aparecía la esposa sometida, la hija casadera con los ojos es pantados, los vástagos varones atenazados por las ansias de he redar, los criados petrificados detrás, un nieto en brazos de la tata y a los pies un mastín dormido. Si la familia no tenía bienes, tampoco tenía fotografía, pero al menos el viejo podía soltar refranes que eran extractos de la filo sofía socrática depurada por una experiencia de siglos. Hoy en cada familia manda el que tiene trabajo, y éste puede ser un hijo, un nieto, un yerno, una nuera, la mujer o el cuñado. En torno a este nuevo y cambiante sostén de la economía doméstica se cohesiona la sagrada unidad del hogar, y en la foto aparece el personaje, a veces imberbe, sentado en el sillón de mimbre presidiendo la escena con el símbolo de su poder en la mano. El cetro real recamado en oro es la evolución de la porra con que el troglodita más fuerte imponía su ley. El báculo de los pontífices es la ver sión en alta joyería que ha adoptado la garrota del primate. Para mandar hay que tener en la mano un elemento sólido capaz de doblegar la voluntad de los demás. Si hoy se contempla la foto familiar articulada alrededor de ese elemento que es el único de casa que tiene un sueldo, se puede comprobar que el padre, la madre, los hermanos, los tíos, todos en el paro, lo están con templando llenos de arrogo y que el personaje tiene bien ama rrado en el puño el símbolo de su autoridad. Es el nuevo cetro. Es el mando a distancia del televisor. Ahora en casa manda el que tiene potestad para cambiar de canal a su antojo, y este privilegio se con cede al único de la familia que trabaja. Con el mando a distancia él crea en el televisor un mundo a su imagen y semejanza. Los de más se limitan a mirar.
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