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Tribuna
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Valentín, canalla

Valentín Santiponce Mateos (1830-1900) fue un personaje madrileño escapado de un libro. Oriundo de la calle de la Palma, al morir se convirtió en patrono del amor oscuro para la crápula de la corte. Pero también el clero reivindicó sus derechos sobre el pecador arrepentido que abjuró de casi todo antes de viajar de Madrid al cielo. No se trata, como algunos creen, del san Valentín oficial que hoy se conmemora. Santiponce era otra cosa; si no ha subido a los altares es por culpa de las malas compañías y porque él era muy humilde. Su entierro constituyó una hilarante manifestación de dolor en la que se disputaban al muerto dos bandos irreconciliables. Por una parte, las jerarquías eclesiásticas con todo su boato y acompañamiento. Por otra, una asilvestrada fauna de lumis, borrachos, libertinos, gatos de burdel y otros bichos noctambularios. La ceremonia derivó en rosario de la aurora: unos muertos de risa, otros muertos de indignación. Cirios por el aire, pendones por aquí, misereres en pugna con tonadillas lujuriosas, candelabros por allá, insultos en latín, maledicencias en caló. Y Valentín, sin inmutarse, sosegado, simplemente muerto, el esquivo.Apocado ante la vida y cobarde ante el amor, dilapidó su juventud entre el aburrimiento y el onanismo, parapetado tras intrigante celibato. Mas al llegar a los 40 años, harto de ser un hombre de paja, se le alborotaron las potencias, se cuadró ante el espejo y le espetó: "¡Hasta aquí hemos llegado!". El espejo, como todos los de su especie, no dio crédito alguno a la bravuconada.

Simulando una intrepidez que le era ajena, Valentín se lanzó como un oso en pos del placer carnal compartido. Hizo correr la voz de que Santiponce Mateos era un canalla. El bulo cuajó en primera instancia, pero defraudó a la afición. El presunto bellaco se acercaba a las damas y sin previo aviso se declaraba; enseguida le daba vergüenza y cambiaba el sentido de la frase: "Te amo, te amo... ¡te ha mordido un perro-...!". Bofetón. "Amor, amor... a morcilla hueles". Tortazo. Así adquirió gran nombradía por los rincones del foro. Todas las putas estaban al tanto de su falaz dialéctica. Pero hubo de cambiar de estrategia. Aleccionado por un ex seminarista libertario, comenzó a insinuarse en latín con fluidez y doble lectura: "Memento homo quia pulvis es et in pulverem reverteris. Es decir, que dice la Biblia que somos polvo y en polvo nos convertiremos. Vamos a demostrarlo de inmediato". Multitud de bofetones. Nadie jamás le vio morder el polvo. Era un valiente, pero no demasiado, es decir, un valentín. Y así no se llega a ninguna parte.

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