Más allá de Chiapas
Ante el grave conflicto que asuela el Estado de Chiapas y que amenaza la convivencia de todo México, se alzan voces de denuncia o de apoyo, según sea el caso: de denuncia ante los desmanes del Ejército gubernamental mexicano en su represión de la sublevación zapatista; de apoyo al Gobierno que envía a dicho Ejército, pues un Gobierno legítimo en principio tiene el deber de mantener la ley y el orden en el Estado que administra.Ahora bien, existe una cuestión básica de fondo aquí planteada que trasciende las limitaciones de lugar y de partes en conflicto. La gran cuestión es que hoy viven (o sobreviven, deberíamos decir) en nuestro planeta miles de millones de seres humanos en condiciones miserables. Y esa parte de la humanidad que se debate en semejante situación, que padece decenas de sufrimientos y provocaciones diarias (una sola de las cuales se nos antojaría insoportable aunque fuera por unas horas), que día tras día aumentan en desesperación, constituye más de la mitad de la población mundial. Y según todos los indicios, y debido fundamentalmente a un simple proceso matemático, ese océano de desposeídos va a crecer más y más, mientras que la población- del así llamado Primer Mundo permanece estancada en número. Las cifras de evolución de la población mundial que prevén las agencias de las Naciones Unidas no precisan muchos comentarios: si hace dos décadas la relación de población países ricos / países pobres era de uno a tres, para final de siglo va a ser de uno a cuatro, y para finales de la primera década del próximo siglo se supone que dicha relación disminuirá a uno/cinco. Además, este proceso está en plena aceleración.
Cualquier observador imparcial reconocerá que esto no puede seguir así ad aeternum. Evidentemente, con las grandes mareas migratorias, conflictos y desórdenes que surgen ya como hongos por todo. el mundo, está claro que algún punto de ruptura global sucederá mucho antes de llegar a una relación 1 / 10, pongamos por caso. Es sobre este problema que no pocos autores han elevado la voz de alarma, y algunos han bautizado ya a este momento de colapso del orden actual como "la revolución de los miserables".
La segunda gran cuestión planteada, por tanto, es: ¿vamos a continuar haciendo oídos sordos al grito de desesperación de la mayoría de la humanidad, o por el contrario vamos a emprender decididamente el camino de la cooperación? Como se ha subrayado antes, no tiene sentido negarse a cooperar argumentando que aquí (léase el Primer Mundo) ya tenemos bastantes problemas con el desempleo y la crisis económica. ¿Cómo es posible que haya tanta gente que se muera de hambre, literalmente, y que aquí haya empresas alimentarías en crisis porque se les imponen topes máximos de producción? ¿No será que las estructuras políticas actuales en el mundo responden a una realidad social que ya no existe? Cuanto más se tarde en reconocer que el desarrollo del Tercer Mundo es de la incumbencia de todos y, sobre todo, cuanto más se tarde en actuar, peor para ellos y peor para nosotros.
Por eso resulta tan falto de visión el que la mayoría de los países ricos se nieguen a aportar el famoso 0,7% del PIB propuesto por la ONU.-
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