Tabaco
Quisiera expresar desde su periódico mi preocupación por la pasividad con la que se está actuando en el tema del tabaco, tanto por parte del Gobierno como por parte de organizaciones ciudadanas, sindicatos, etcétera.El hecho de que no se consiga un progreso apreciable en el abandono del hábito de fumar en nuestras salas de trabajo u oficinas, la difícilmente interpretable como casual ausencia del tema del tabaco en numerosos comités, las opiniones vertidas por algunos de nuestros responsables de salud o médicos sobre que "no está claro que el tabaco aumente la incidencia del cáncer en los fumadores pasivos" o el hecho de que esos mismos responsables ofrezcan puros o cigarrillos e ignoren sus propias y poco pretenciosas campanas son un mal presagio para todos, pues todos, lo creamos o no, seremos los afectados.
También merece ser comentada la actitud de algunos medios de comunicación que contraponen opiniones poco comparables sobre las consecuencias del tabaco, Así, por ejemplo, no resulta raro escuchar por la radio tertulias sobre el tema donde auténticos desconocidos para el gran público, que no van avalados por ningún tipo de organización científica conocida, descalifican de forma contundente las conclusiones y recomendaciones de organizaciones de la salud a nivel mundial. Dudo mucho que los que defienden. semejantes opiniones permisivas sobre el tabaco fuesen capaces de mantenerlas en un foro especializado y responsable sin sentir sonrojo.
La pasividad institucional es la que puede llegar a ser la auténtica causa de conflictos entre compañeros de oficina, ya que la ausencia de actuaciones eficaces, el no vislumbrar ningún tipo de mejora en la situación, puede mover a los que claramente se sienten dañados en su salud a adoptar actitudes más resolutivas. ¿Es aplazable la salud? ¿Se puede renunciar a ella?
El conocimiento generalizado sobre el tema del tabaco, que se ha venido acumulando a lo largo de muchos años, nos debería hacer comprender a todos que no es válido tratar de elevar a la categoría de derecho el fumar en todo sitio y en todo momento. Sin embargo, sí parece razonable admitir el derecho a poder respirar un aire poco contaminado.
Otros hábitos nocivos, en otro orden de cosas, estaban también extendidos por nuestro país hace unos pocos años, e igualmente se apelaba a que éramos distintos a los demás. Lo que se hacía en el extranjero no resultaba aplicable a España. Muchos no lo creyeron, y gracias a esa incredulidad ahora gozamos de democracia. Sin embargo, curiosamente, los mismos que posibilitaron activamente el cambio político se muestran reticentes e incrédulos a la hora de promover otro cambio igualmente útil y necesario para todos.-
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