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LA HUELGA DEL 27-E

La convocatoria divide a los obispos

Un solo señor, una sola fe, un solo bautismo. Esto cantan los fieles españoles, a una sola voz. Pero de este palo espiritual surgen diversas astillas. Es la autonomía de lo temporal, que decía santo Tomás de Aquino. Así, la Iglesia católica española está dividida ante la convocatoria de huelga general. La Conferencia Episcopal templa gaitas, no decantándose ni a favor ni en contra del paro; el Opus Dei se alinea con la jerarquía; algunas diócesis secundan el llamamiento sindical, al igual que los movimientos y organizaciones eclesiales tradicionalmente comprometidos con los más desfavorecidos. E incluso, un arzobispo, Ramon Torrella, de Tarragona, afirma: "Si yo fuera trabajador haría huelga".

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La Conferencia Episcopal Española ha preferido mantenerse en el alambre, como los buenos equilibristas. La nota hecha pública el pasado día 27 no se moja. El organismo eclesial entiende que la huelga general "es síntoma y consecuencia de la grave situación socioeconómica que vive nuestro país", que se manifiesta especialmente en el "altísimo índice de paro". Pero el episcopado, que se ha expresado con extrema dureza durante el último año ante la política económica del Gobierno porque, a su juicio, castiga a los más débiles, no se siente en condiciones de pronunciarse "sobre la conveniencia" de la huelga general y, "menos aún, sobre su eficacia para resolver tan graves y tan diversos problemas". Eso sí, advierte que el poder de la calle no puede suplantar al ejecutivo y al legislativo.El Opus Dei, como corresponde, está en la línea de la jerarquía. Así lo expone Luis Gordon, de la Oficina de Información España. "La Obra como tal no tiene opinión ante estas situaciones. Asume como propia la doctrina de la jerarquía", dice sin rubor. La derecha eclesial no se moja, y el movimiento Comunión y Liberación, de gran fuerza y que aspira a covertir la realidad terrenal al espíritu del catolicismo, no iba a ser menos. José Miguel de Oriol, su portavoz en España, dice que su movimiento, "en general", no tiene planteamientos "sobre acontecimientos sociales y políticos". Pese a ello, y a título personal, dice, "hay un sentimiento de justificación de la protesta; el problema es su utilidad".

Los combativos

Los combativos, como siempre, están en los movimientos apostólicos históricamente vinculados con el mundo obrero, menos espiritualistas y más terrenales, que vivieron épocas de esplendor durante la última etapa del franquismo y ahora intentan asomar la cabeza y desmarcarse de los nuevos movimientos, como Comunión y Liberación y el propio Opus, potenciados por Juan Pablo II.

Así, la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) dispara: "Los empresarios y el Gobierno han planteado medidas basadas en reducir los costes salariales, desregular el mercado laboral y reducir la protección social". Las medidas de ajuste, a su juicio, "repercuten negativamente sobre los más débiles". Y exclaman: "¡Qué pocos sacrificios se piden a los que tienen mayor responsabilidad Y' poder económico y político!". La huelga, sostiene la HOAC, está justifica "y debe servir para defender los derechos y los logros de las aspiraciones justas de los trabajadores".

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Cáritas, acostumbrada a lidiar con la pobreza, no se queda a la zaga de la HOAC: "Las medidas adoptadas en los últimos meses en lugar de dirigirse a la creación de empleo mediante planes de reindustrialización y de bienestar social, se han centrado en congelar, cuando no en reducir, las Prestaciones a los grupos sociales más vulnerables y en limitar, bajo los argumentos de la liberalización del mercado de trabajo y el aumento de la competitividad exigida por el proceso de convergencia económica con Europa, unos derechos laborales y sociales conquistados con el esfuerzo de muchas décadas". La huelga, concluye, es un recurso de los trabajadores "cuando las vías de diálogo se han agotado". Su ejercicio, como el de aquellos trabajadores que decidan no parar, debe ser respetado, dice Cáritas. Y el Gobierno debe reflexionar sobre la incidencia del paro.

En la misma línea, aunque más exhaustivamente, se pronuncia el obispo de Canarias, Ramón Echarren, y su consejo episcopal, que dice, además: "El solo debate en torno a la huelga podría servir para hacer renacer un cierto espíritu de lucha solidaria, o una cierta creatividad para proponer medidas alternativas al Gobierno". Y se pregunta: "¿No se ha ido demasiado lejos en la precarización del trabajo? ¿Es evidente que esta reforma del mercado laboral va a redundar en la creación de empleo? ¿No habría que haber afrontado la crisis de una manera más global?".

La Conferencia 'pilla' a los sindicatos

La Conferencia Episcopal Española ha ganado la partida, en esta ocasión, a los sindicatos. Emitió su comunicado antes de que fuera solicitado por las centrales obreras. En el último paro, ocurrido el 28 de mayo de 1992, los dirigentes sindicales acudieron a la Conferencia para que el episcopado realizara un pronunciamiento público sobre la jornada de huelga, convocada fundamentalmente contra el decretazo, que endurecía las condiciones para acceder al subsidio de desempleo.Los sindicatos consiguieron su objetivo y la Conferencia Episcopal, a diferencia de lo ocurrido en el paro del 14 de diciembre de 1988, ante el que guardó silencio, difundió una nota apoyando implícitamente la convocatoria. Ahora, los sindicatos han visto cómo la cúpula del episcopado emitía su comunicado antes de reunirse con los dirigentes obreros, que buscaban el encuentro, todavía no realizado.

La estrategia sindical, en esta ocasión, no se centraba sólamente en la cúpula del episcopado. Los dirigentes de Comisiones Obreras y de la Unión General de Trabajadores se han visto, por ejemplo, con responsables de Cáritas y con los obispos en sus diócesis, que es donde realmente mandan y difunden su doctrina a través de sus cartas pastorales semanales.

Es la realidad mas cercana. Así, los obispos de Andalucía, en una nota conjunta, indican que en su comunidad autónoma, y de acuerdo con los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, "el desempleo afecta a una de cada tres personas en disposición de trabajar, frente a una de cada cinco de la media nacional". Por ello, los obispos entienden, implícitamente, que se convoque una huelga general y piden que se desarrolle pacíficamente.

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