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Subasta para José Bárcena

El humorista Moncho Borrajo y el actor Juan Diego rematarán hoy, jueves, y mañana, viernes, a las 19.00 horas, en la galería Fauna's (Montalbán, 11), una insólita subasta de más de 60 cuadros a beneficio del camarero del Café Gijón José Bárcena. Más de 60 pintores -cuya lista alfabética es Alcaraz, Alfonso, Alonso, Álvarez, Arroyo, Ballesta, Barbeta, Barreiro, Billoir, Borrajo (Moncho) y 50 nombres más, que yo citaría encantado, porque no hay nada tan maravilloso como que una lista te escriba sola el artículo, pero que a más de un lector le disuadiría de seguir leyendo la emocionante historia que todavía casi no he empezado-; más de 60 pintores, digo, han donado generosamente sus cuadros, e igualmente Pillar Rodríguez Soto para esta exposición ha brindado altruistamente su galería. Y, como el cuadro había que donarlo, a nadie se le ha ocurrido ya pedirle nada al pintor Antonio López, que ya se sabe que él sólo le regala sus obras al sol del membrillo -sí, sí, el diminutivo de miembro o colgajo-. Pues si recientemente se ha negado a donar medio boceto a una subasta televisiva- pro enfermos de sida, ¿cómo se iba a dejar aflojar la mosca a beneficio de un camarero, que está más sano que un roble -a López hay que hablarle con metáforas vegetales, porque si no, no entiende-, aunque se le haya incendiado la casa?Y, como todas las desgracias fuertes, este incendio tuvo también su origen en el fanático amor a los libros. Mira que hay empleos en la ciudad, o, por lo menos, había en los años en que comenzó a trabajar José Bárcena. Y él, que tiene metido en la sangre el veneno innato de la literatura, en vez de dedicarse a médico, fontanero o ministro, que son oficios en los que no hay que leer, se fue a trabajar al Café Gijón, que hasta por los huesos de las aceitunas chorrea endecasílabos y cataratas locas de figuras retóricas. Naturalmente, en ese ambiente, en el que no pocos clientes almuerzan eneidas en lugar de platos combinados, se le desató una bibliofilia de auténtico drogadicto. Y quienes padecemos este morbo sabemos de memoria que, en cuanto metes en casa dos docenas de libros, estás condenado a montar estanterías hasta en el cuarto de baño. José Bárcena incurrió en este letal coleccionismo, y literalmente terminó apilando unas cajas de libros junto a la ventana de un piso bajo que da a la calle. Y en Alcorcón, que es donde vive Bárcena, lo mismo que en Alcobendas y en todas las ciudades y pueblos de España, afortunadamente nunca faltan unos chiquillos alegres que van machacando al personal con unos petardos valencianos. Además estas dulces criaturas de Alcorcón gozan de una puntería fantástica y, por supuesto, tiraron los petardos debajo nuismo de las cajas de libros, que una vez más cumplieron con su deber, y comenzaron a despedir humo. Del humo a las llamas, cuando un incendio cuenta con un suculento material de papel, median muy pocos minutos. Dentro de la casa, el hijo de Bárcena dormía plácidamente, y de repente se despertó al borde mismo de la asfixia. Gómez de la Serna, Cervantes, Cela, Baroja, Mesonero Romanos y docenas de escritores madrileñistas -Bárcena tiene también la pasión del madrileñismo-, Umbral, Gerardo Diego y docenas de poetas del Café Gijón, además de todos los premios de novela convocados por este inmortal café -Antonio Moneo, Javier Maqua-, se estaban convirtiendo en rizadas y socarradas verduras de las eras. Y el hijo de Bárcena tuvo la idea genial de saltar por la ventana. Y, como todo en la vida tiene sus pros y sus contras, del mismo modo que si Bárcena hubiera vivido en un cuarto piso su biblioteca se habría librado de los petardos, también es verdad que, si se te desata un incendio en casa y tienes que salir por la ventana, no hay nada como vivir en un piso bajo. El hijo de Bárcena apenas se hizo unos leves rasguños.

Y a partir de ahí comenzó el drama de quedarse sin vivienda durante casi dos meses -por fin acaba de recuperarla-, aunque nadie debe sacar la conclusión de que Bárcena se desesperara. Este hombre es de una vitalidad y de un buen humor tan salvaje, que creo que más que un hombre es uno de esos árboles que estudiábamos en botánica como de sonrisa perenne.. Y, naturalmente, con una sonrisa así lo normal es que más de 60 pintores donen con el mayor gusto sus cuadros para una subasta en beneficio suyo. Bárcena es camarero y escritor (aunque no sé si por este orden), y su persona, tan maravillosa, me remite exclusivamente al reino de la poesía. Para él, que acaba de dar un traspié entre dos estrellas, pero, sobre todo, para su hijo que se libró del crematorio por los pelos, en el poema titulado con las palabras que acabo de subrayar escribió César Vallejo estos fantásticos versos: "Amado sea / el que perdió su sombra en un incendio". Y a lo dicho: hoy y mañana subasta, y, por supuesto, con entrada libre.

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