La amenaza nuclear
UNA DE las mayores preocupaciones de Clinton en su viaje a Moscú ha sido la lucha contra la proliferación nuclear. Además del éxito del acuerdo con Ucrania, ha adoptado dos decisiones conjuntas con Yeltsin: intensificar las medidas contra esa proliferación y prolongar de modo indefinido e incondicional el Tratado de no Proliferación Nuclear (TNP). Esta medida deberá adoptarse el año próximo, en que tendrá lugar la conferencia internacional que celebran cada cinco años los firmantes de dicho tratado. En este ámbito, la cuestión más candente es la obstinada negativa de Corea, del Norte, que sigue bloqueando las inspecciones de la agencia de Viena (OIEA) en parte de sus instalaciones.Ante las sospechas de que el régimen comunista de Pyongyang construye (o ha construido) bombas atómicas, Kim II Sung ha rechazado sistemáticamente que la OIEA realice las inspecciones previstas en el TNP, y a las cuales Corea del Norte está comprometida desde que firmó dicho tratado. Es fácil imaginar lo que significaría una bomba atómica en poder de Corea del Norte. Cambiaría radicalmente la situación estratégica en Asia: Japón y Corea del Sur serían los primeros en sentirse amenazados. Desde hace un año, Washington y Pyongyang realizan negociaciones secretas. Pero hasta ahora el resultado ha sido escaso: Pyongyang dice aceptar las inspecciones en todos menos dos emplazamientos en Yong Byong, precisamente aquellos en los que se sospecha que fabrica sus armas nucleares. Se ha llegado a una situación en la que, aparte de que EE UU siga negociando -cosa siempre útil-, se imponen medidas de mayor eficacia. La decisión de Japón de cortar los envíos de alta tecnología necesaria para la fabricación de la bomba es la vía adecuada. Es hora ya de que el Consejo de Seguridad considere el caso (se trata de la violación por un país de una obligación clara contraída al firmar el TNP) y adopte sanciones que frenen de verdad la carrera nuclear de Corea del Norte.
Con vistas a la conferencia de 1995, ¿cuál es el estado del TNP? Primero, hay que congratularse del efecto conseguido con este acuerdo internacional. No se han confirmado las predicciones más pesimistas de los que anunciaban para 1990 que unos veinte o treinta países se habrían dotado de armas nucleares. Pero es evidente que, en la actual coyuntura internacional de desorden y confusión después de la guerra fría, los peligros de una proliferación salvaje aumentan. La pesadilla que supondría la existencia de pequeños países dirigidos por déspotas ultranacionalistas o fanáticos religiosos no requiere mayor explicación.
Según el Instituto de Estudios Estratégicos de Londres (IISS), aparte de Israel -que dispone de un arsenal bastante completo-, cuatro países (India, Pakistán, Argelia, Corea del Norte) tienen la bomba atómica o partes de ella; quizá debería agregarse Siria. El caso de Brasil y Argentina es ejemplar. Renunciaron a proseguir sus trabajos en ese campo mediante un acuerdo de inspecciones recíprocas, acuerdo razonable que demuestra que la carrera hacia la proliferación nuclear es evitable.
El caso de Irak ofrece la experiencia más interesante para el futuro. Las inspecciones de la ONU después de su derrota descubrieron que estaba construyendo la bomba atómica sorteando todos los controles de la OIEA. Por tanto, al prolongar el TNP es indispensable blindarlo con medidas de inspección mucho más amplias, que abarquen también el comercio de productos de fusión de doble uso (militar y civil) y las instalaciones de alta tecnología requeridas para la fabricación de los misiles, potenciales portadores de la carga nuclear.
El procedimiento (know how) nuclear es hoy, 50 años después de ser descubierto, tan sencillo y accesible para cualquier Estado que el TNP requiere ante todo vigilancia para que haya confianza. Ante las incertidumbres en que entra el mundo en este fin de siglo, la causa de la paz exige mantener el TNP con un firme apoyo político de los principales Estados y un sistema internacional de inspección operativo y seguimiento riguroso.
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