CON LAS MANOS EN LA MIGA.
Fue superior a sus fuerzas. El niño lo presenció: en la vía pública y a la luz del día, una mujer dando de comer a las proscritas palomas. A pesar de que el Ayuntamiento desaconseja alimentar a estas aves, por los desperfectos que causan sus excrementos en los edificios, el trapicheo tuvo lugar en unos céntricos jardines al que acudieron cientos de palomas con el síndrome de la abstinencia alimenticia.
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