Del cha-cha-chá al 'bakalao
Del cha-cha-chá a Elvis. De Elvis a los Beatles. De los Beatles a Loquillo y al bakalao (con el paréntesis de Víctor Jara o Raimon).De la bicicleta al vespino. Del vespino al seiscientos, y de éste al Panda o al GTI.
Del salón de baile a la ruta de los locales de moda, pasando por el guateque y la discoteca.
De las fiestas del pueblo o del barrio a las fiestas de todos los pueblos. Y de las fiestas de los pueblos (a dedo, en el coche de quien lo tenía o andando), a Madrid-Valencia en una noche.
Del porro a la coca y de la coca al éxtasis.
De la bronca del cura a la bronca de los padres, y de ésta a la bronca de los Hermida o Luis del Olmo.
Como en la serie de la tele, los problemas crecen, pero ¿varían? ¿Se hundió la sociedad o la juventud en los cincuenta, sesenta, setenta u ochenta? ¿Se perdió la juventud por ir a los salones de baile, a los guateques o a las discotecas? ¿Son ahora los jóvenes más viciosos que en las décadas pasadas o son iguales. con otros productos? ¿No somos un tanto hipócritas con mensajes como el de "en casa a las diez", o el de ahora de "el Estado tiene que . poner medidas para evitar tanto desmadre"?
Y, como siempre, ¿es generalizable a toda la juventud la droga, el conducir bebido o el ser pasota? ¿Es un problema de toda la juventud, como se está transmitiendo últimamente en algunos medios, o es un problema de algunos, muy pocos, jóvenes?
Y en medio del catastrofismo reinante en el momento nos olvidamos de que sobre todo existe una juventud mucho más tolerante y mucho más preparada que en épocas pasadas, de la que sólo nos acordamos cuando muere en la carretera o cuando no sigue nuestras instrucciones o nuestro modelo.
Visito a menudo un pueblo pequeño, castellano viejo. Todos nos conocemos. Nos vemos crecer unos a otros. Se notan los cambios día a día, año a año. Se distinguen las etapas, las que se queman y las que se viven.
El niño de 12 años salta tapias, roba gallinas, rompe cristales y monta en bici. El de 16 tontea, bebe sus primeras cañas, organiza su peña y se esconde en lo oscuro. A los 20 se compra un coche, visita todos los pueblos de la comarca, alguna noche se escapa a Madrid y se emborracha en las fiestas. Luego se ennovian, organizan cenas, de vez en cuando se desmadran y sus hábitos de consumo cambian, pasando progresivamente a la cerveza sin.
Siguen creciendo y se vuelven adultos respetables. Pero tienen más memoria, no se asustan cuando ven a sus hijos romper cristales, hacer la peña, esconderse en lo oscuro o irse de fiestas.
Sufren, como todos los padres han sufrido y sufrirán, por Io que pudiera pasar.
Hay un anuncio de turrón estos días en la televisión que resume con imágenes todo esto perfectamente. Ante la bronca que le está echando un padre a su hijo por la pinta que se ha puesto, la madre le responde, sin palabras, sacando de un viejo álbum la foto del padre cuando era joven. Este anuncio termina, como estas líneas, diciendo: "Tengamos la fiesta en paz".
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