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El Barça apisona al Madrid

Guardiola lidera con su fútbol de tiralíneas a un equipo, exuberante en la segunda parte

El Barcelona apisonó al Real Madrid en la alfombra del Camp Nou y lo hizo de la forma más hiriente: con un resultado mítico, que abre todavía más las carnes del club madridista y le asesta un golpe psicológico del que quizá tardará tiempo en recuperarse. Las acciones barcelonistas suben como la espuma en la bolsa futbolística y las blancas llevan camino de ser pignoradas.Anoche quedó demostrado que el triunfo del Madrid en la Supercopa fue un espejismo y que quizá despertó unas euforias contraproducentes. El Barca afrontó el partido con aires de revancha y cuando se le presentó la oportunidad no tuvo ningún miramiento en humillar a su eterno rival para dejar bien claro que las estadísticas no mienten. El club azulgrana es ahora el tercero del mundo, según la clasificación de la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol, y el madridista el séptimo. Son las diferencias entre poseer especialistas, capaces de resolver situaciones comprometidas, y jugadores tan sólo disciplinados que ya están en su declive.

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Paradójicamente, el ambiente especial que rodea a estas confrontaciones afectó más a los técnicos que a los jugadores. Johan Cruyff, que hasta ayer no se había manejado con soltura ante Benito Floro, planteó de salida un partido con más precauciones de las habituales, dejando en el banquillo a uno de sus buques insignia: Laudrup. El técnico madridista, fiel a su estilo analítico, también creyó conveniente prescindir de uno de sus hombres más resolutivos: Fernando Hierro.

La pizarra y las continuas consignas que se daban desde los banquillos convirtieron los primeros 25 minutos del encuentro en un espectáculo áspero, difícil de digerir y un tanto mediocre. Plantado con suma correción sobre el terreno de juego, con Michel en labores creadoras, lejos de su banda derecha habitual, donde se situaron Luis Enrique y Llorente, el Madrid se dedicó a ahogar al Barça y evitar que pusiera en práctica una de sus grandes virtudes: la velocidad.

Los chicos de Cruyff ni se movían bien ni aportaban soluciones para desenredar la madeja. Entre otras cosas, porque el invento de reconvertir al joven Sergi en extremo estaba condenado al fracaso. Perdida la capacidad de sorpresa, al Barça sólo le podía solucionar la vida un especialista, y éste surgió de la forma mas inesperada. Romario, que había permanecido agazapado y hasta ausente, estableció una nueva sociedad con Guardiola. En un abrir y cerrar de ojos, rompió la cintura de Alkorta y batió a Buyo a su salida. El gol coincidía también con la rotura de ligamentos de Alfonso y en ese momento crucial se acabó el Madrid. La puntilla la dio Koeman, tres minutos después del descanso, en uno de sus letales lanzamientos de falta.

A partir de ese momento y con Laudrup sobre el terreno de juego, el Real Madrid desapareció del césped del Camp Nou. Sus jugadores dieron la impresión de ser meros funcionarios, sin capacidad de inventar. Todo lo contrario le sucedió al Barca. Su superioridad técnica hizo que sus jugadores no encontraran defectos al balón, que lo acariciaran y sobaran como en sus noches gloriosas para satisfacción de la hinchada culé, que pedía sangre.

Y la sangre salió a borbotones del cuerpo famélico de un Madrid sin recursos y mediocre que entregó el partido tras encajar el segundo gol y miraba de reojo a su banquillo para que alguien le arrojara la toalla y acabara el suplicio. Un cabezazo de Butragueño que detuvo Zubizarreta fue su único signo de vitalidad.

Guardiola, por el contrario, dio todavía más vida al Barça. En un partido de tanta responsabilidad, fue él quien tomó el mando de las operaciones, el que movió los hilos de la conjura azulgrana y el que facilitó tres de los cinco goles de su equipo, que festejó con rabia dirigiéndose a las gradas. Posiblemente se le despejaron todas las dudas al seleccionador Javier Clemente, que contempló el discurrir de los acontecimientos desde el palco presidencial.

El Madrid vivió una noche miserable y su casa amenaza ruina, circunstancia que querrá aprovechar el Atlético en la Copa, después de tocarle sus partes más sensibles en el Bernabéu. Todo su capital lo dilapidó de la forma más lamentable.

El Barça incrementó el. suyo espectacularmente, y el crédito de Cruyff ya se hace ilimitado. Dijo que había encontrado una fórmula para ganar al Madrid y acertó en sus pronósticos. Sus miedos y recelos iniciales quedaron olvidados por una hinchada que se fue del Camp Nou a punto de estallar de tanta satisfacción.

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