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Rebajas

JAVIER RIOYO

La ciudad de rebajas y yo con una esperanza al alza. Nunca rebajan lo que deseo. ¡Y eso que soy un adicto al consumo!Me gusta perderme por los grandes almacenes, casi tanto como por algunas de las pocas calles humanas que van quedando. Un buen escaparate me puede apasionar como un paisaje de Turner. Me entiendo perfectamente con las dependientas, casi tanto como con algunos camareros. Siento placer comprando cosas que me aburren en dos semanas. Me dejo encantar con las novedades y con las. antigüedades, con las piezas únicas y con las reproducciones; pierdo horas buscando o compro con la misma compulsión del fumador militante y activo que soy.

Compro como fumo, como acto compulsivo y, desde luego, placentero. Nunca se me ocurre pensar en eso de los perjuicios para la salud o para la economía. Soy uno de los mejores consumidores que conozco. Soy el consumidor. Si hubiera muchos como yo, estoy convencido, la crisis no sería la que es. Todo sería escaparate y felicidad al alcance de los bolsillos; todo ocio y negocio; todo consumo y comercio.

Aseguraba un apasionado de su profesión, un guru de las ventas, que vender es lo más excitante que puedes hacer sin quitarte la ropa. ¡Porque no conocía el placer de comprar!

Pero comprar en estos tiempos ya no es lo que era. Desinflada la cultura del pelotazo; los alegres consumidores nos quedamos con la misma sensación de engaño que un niño con su primer globo cuando, al pasar unas horas, aquella magia voladora en colores se quedaba reducida a una vieja, fofa y arrugada goma.

La gomina en el pelo de los grandes vendedores de mentiras no nos dejaba ver el pegamento aspirado en una bolsa de plástico -una cualquiera de las rebajas- por los chavales que nunca pueden comprar nada. Por los que nunca creyeron a los vendedores de entusiasmo torrados de sí mismos y de publicidad.

Las mentiras necesitan, publicidad, como las rebajas. Yo, convicto y confeso, consumidor de mentiras y de alguna hermosa verdad, no compraré en las rebajas hasta que no vea que lo hace Mario Conde.

Mario, sé humilde, acude a mi cita, vente a las rebajas. Encuéntrate a ti mismo, rebajado, popular, animado, comprando la ilusión un poco más barata, despéinate, cambia de peinado, de peine. La vida nunca está tan pulida, tan afeitada, y es capaz de desmelenar a cualquiera.

La realidad es terca y está en perpetuas rebajas. Nunca se tiene que anunciar, nunca la hace falta ventas especiales, se vende sola, aunque nadie la compre. No cotiza en Bolsa. Está tirada y se regala.

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