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Tribuna
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Cabalgata

Los niños no lo saben, pero sus papás fueron también niños (ya ha llovido desde entonces), e, igual que esta tarde se subirán a caballito en sus hombros para ver la cabalgata de los Reyes Magos, ellos se subieron en los de sus papás con el mismo fin, y así, cada año tal día como hoy, generación tras generación, hasta perderse en la noche de los tiempos.

Si pusiéramos todas las generaciones de papás unos encima de otros, tal cual vivieron la víspera de Reyes hasta el año de la Epifanía, formarían fantásticas columnas que alcanzarían la Luna. Muchos no lo saben, pero es allí donde guardan Melchor, Gaspar y Baltasar todos esos ingenios electrónicos, todos esos juguetes deslumbrantes que acarrean los camellos en la cabalgata e irán dejando sus majestades junto a los zapatitos durante la noche mágica de Reyes.

Es costumbre entre mayores propalar que los Reyes Magos ponen carbón a los niños malos, o que no hay suficientes juguetes para cuantos niños buenos los desean. Pero es mentira podrida, excusa falaz, pues basta con pedirlos.

Los papás en cuyos hombros brincarán hoy los pequeñines lo hacíamos así, y para ello escribíamos una carta a los Reyes Magos que empezaba diciendo: Ceridos Relles. Luego venía la exposición de motivos, donde certificábamos que durante el año nos habíamos comportado con la debida honestidad y decencia, y estas virtudes nos hacían acreedores a los regalos, que enumerábamos a continuación: Ciero una caga grande yena de soldaditos; ciero un fuerte con trincheras, cañones y campos minados; ciero un par de revólveres para matar in dios insurrectos y una ametralladora para liquidar la tribu entera; ciero un arco con flechas por si mi hermano me obliga a ser indio y meterle entonces toda la flechería en el cuerpo. Debeis saber, ceridos relles -concluía la carta- que quien se ha porta do mal este año es mi hermano y merece que le traigáis carbón. Llegan a caer estas cartas en manos de la actual pedagogía, promotora de una infancia cuyas expansiones lúdicas se asienten en el juego formativo, al objeto de que alcancen una adultez ciudadana ordenada y pacífica, y se organiza un escándalo mundial. Con toda razón, naturalmente, porque reflejan una violencia perversa cuya erradicación debe acometer la sociedad, so pena de que la corrompan esos monstruos nacidos en su seno. Lo más proba ble es que los papás en cuyas espaldas brincarán jubilosos los niños al paso de la cabalgata sean unos asesinos. Eso, o aquí no hay lógica. Lo cual tampoco sena de extrañar. El mundo está muy raro, últimamente.

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