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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La nueva Navidad consumista

Una de las cosas que más me sorprenden desde hace varios años es cómo, allá por el mes de diciembre, muchas personas comentan con horror que se aproxima la Navidad.Mi intuición como sociólogo me dice que, si realizásemos un estudio en profundidad sobre el tema, pocas personas serían las que, en principio, nos darían una valoración positiva de estas fiestas. Hay algo de celebración socialmente inducida y de obligación en las fiestas de Navidad, cuya valoración más positiva viene en gran medida relacionada -al igual que la Semana Santa- con los días de descanso que suponen.

En este contexto, si los no religiosos no se reconocen en unas fiestas que en principio son una celebración del nacimiento de Jesucristo, y los más creyentes tampoco lo hacen como consecuencia de la progresiva secularización de las' fiestas, ¿qué nos empuja a celebrar año tras año con frenesí las fiestas de Navidad? Si individualmente todos reflexionásemos sobre esta pregunta, muchos encontrarían pocas respuestas.

Por otro lado, ¿no resulta evidente que estas fiestas están claramente desdibujadas? A nuestro juicio, es claro que sí, ya que parecen haber sustituido su dimensión religiosa y familiar por otra nueva que tiene más que ver con el consumo y las relaciones públicas (a través de las felicitaciones navideñas muchos aprovechan para mantener vivas relaciones sociales, profesionales). Es más que probable que haya quien no sepa si se celebra, en estas fiestas, un nacimiento divino o el aniversario de la creación de los grandes almacenes. Según hemos convenido, parece existir, por tanto, una suerte de mano invisible que nos empuja a una especie de orgía consumista en estas fechas. No es la "mano invisible del mercado" que nos obliga a comprar, consumir y ser felices (por unos días) contra nuestra voluntad.

Más bien parece existir una ensoñación colectiva, una presión (la mano que andábamos buscando) del grupo social, y especialmente una mayor presión de las herramientas de mercadotecnia de las empresas, que nos presionan más fuertemente en estas fechas a través de la publicidad y de otros instrumentos promocionales. Nos convencemos así de que "un día es un día" y de que, como la vida es sueño por un tiempo, nada de lo que gaste o haga en Navidad tendrá repercusiones en el momento de despertar, el 7 de enero.

En estas fechas puedes excederte -casi parece que debes hacerlo- con lo que comes y bebes, con lo que gastas, e incluso puedes bromear con tu jefe, Que, en Navidad, es mucho más simpático. Del sueño a la realidad: incluso para ser felices hay que ser racionalistas. También en Navidad los consumidores pensamos que hay que sonar, pero despiertos, más despiertos que nunca. Se trata de evitar que otros hagan su agosto en diciembre.-

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