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"Herodes te hodes"

Una vez había un rey cascarrabias que odiaba al Unicef. Para complacer los instintos del monarca, sus consejeros le sugerían barrabasadas contra los niños. Un día llegó a sus manos cierto informe confidencial en el que se desenmascaraba sin contemplaciones a la infancia. He aquí un extracto del citado documento:"Este colectivo no sabe leer ni escribir; les importa un comino la ley y la Constitución; se cagan; se mean; eructan; a poco que te descuides te llaman puta, coño y otras groserías impropias de su aparente inexperencia; manejan el arte del olvido; viven para dormir y gozar; son acaparadores insaciables; utilizan sus encantos para ofender al decoro, faltar al respeto y embaucar a sus abuelas, a las que han conseguido volver majaras y monomaniáticas; carecen de pudor, hasta el punto de cohabitar amancebados con su propia madre, a la que chupan la teta con descaro en presencia de señores y señoras de edad.

Ajenos al qué dirán , viven tan panchos. Y si alguien les dice ven, lo dejan todo (caso de que en ese momento les venga en gana, porque son veleidosos en extremo). No contentos con estos crímenes, tienen el cinismo de codearse con las altas instancias; de hecho, con Dios se acuestan, con Dios se levantan, con la Virgen María y el Espíritu Santo. Son un peligro para el Estado de derecho".

Con tan abrumadora coartada, Herodes mandó pasar a cuchillo a todos los rapacines. Pero unos pocos lograron hacerse fuertes en el Retiro, bajo la estatua del Ángel Caído (los niños son el demonio). Dirigidos por Arturito Encinas, de cuatro años, soltero, y por una desalmada: de nombre Gabriela, de tres años, soltera, conocida como la Tirana de San Amaro, los rebeldes pidieron ayuda a un rey mago llamado Tamariz. Por arte de birlibirloque, las calles se llenaron de ogros, cocos y sacamantecas. Cinco lobitos que había detrás de una escoba se hicieron grandes y enseñaron los dientes. Desaparecieron las cuatro esquinas de las camas, pero sin esquinas no hay casas ni nada. En definitiva, el rey se quedó en la calle. Y Madrid se llenó de pasquines contundentes: "Herodes, te hodes". Los preescolares desprecian la ortografía.

Herodes, que no era tonto, liquidé a sus consejeros y ordenó a todo el mundo que se pusiera a procrear. Volvieron de nuevo los chavalines a alborotar la vida. Y colorín colorado: aunque parezca mentira, el cuento se repite. Muchos niños no son felices ni comen perdices, y, encima, pagan el pato de nuestros desatinos.

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