Caminar
Lo importante no es vivir, lo importante es caminar. Entre dos luces todos los días cruzo a pie el corazón de la ciudad y esto es' una filosofía de la vida. Durante el trayecto pienso en el destino mientras voy enumerando excrementos de perro en las aceras. He llegado a contabilizar exactamente 1.456 en una hora y nunca he dejado de admirar el privilegio de estos animales. Defecar tranquilamente en las calles más selectas de Madrid, junto al Banco de España, frente al Palacio Real, a la sombra del Museo del Prado, en las escalinatas de los Jerónimos, eso es un lujo que sólo Se pueden permitir los perros. La televisión es como la muerte: a todos nos iguala. Caminando por la ciudad uno descubre la vida que aún está fuera del televisor. Antiguamente el dios Baco poseía en su locura a la ciudad durante los solsticios y equinoccios del año: fiestas de primavera, noches de San Juan, ritos de la vendimia, celebraciones saturnales o de la Navidad. Los mortales entonces enloquecían sólo unas jornadas en brazos de un dios convulso, pero hoy la ciudad rinde culto a la locura todos los días y ésa es su sustancia. Cuando los estudiantes por estas fechas intentan asaltar frenéticamente El Corte Inglés no hacen sino cumplir un rito báquico de destrucción de un mundo ya conocido como homenaje a un nuevo nacimiento del sol. Si uno camina de forma ritual por el corazón de la ciudad atraviesa también todos los días el corazón de Baco. Pasear por las suaves veredas entre encinas contemplando cómo cae el vuelo blando de las urracas sobre la pradera es otra conspiración del espíritu. Me gusta más caminar por la ciudad casi fétida llevado por el agua anónima de la gente entre adolescentes que se engendran encima del capó de los coches y el flujo de las miradas, las pasiones de los rostros, el amor de las ambulancias sorteando excrementos de perro. El culto al dios Baco lo celebran en la ciudad los perros mejor que nadie al defecar libremente y uno siempre sale purificado después de atravesar ese caos.
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