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Tribuna:LA DEFENSORA DEL LECTOR
Tribuna
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Una caricatura brutal

Soledad Gallego-Díaz

Teodoro Obiang, presidente de Guinea, fue caricaturizado en EL PAÍS (21 de noviembre) como un gorila, con un hueso de caníbal en la cabeza y rodeado de moscas. Varios lectores han reaccionado con indignación por considerar que el dibujo resultaba ofensivo para todos los negros y para cualquier persona contraria a la perpetuación de estereotipos raciales.Dean Vernon, desde Manchester (Reino Unido) escribe: "Asociar la imagen de negros y monos ha sido usado durante años como una forma de racismo ( ... ) al publicar dibujos como éste, los medios de comunicación contribuyen a reforzar imagenes y creencias racistas".

Carlos Gómez Moret, de Valencia, asegura: "No soy en absoluto partidario del señor Obiang, lo cual no modifica para nada mi disgusto ( ... ) Espero que EL PAÍS sabrá ofrecer disculpas".

Encarna Viarnés y Rosa Iriondo consideran que el dibujo "ataca de raíz la dignidad del hombre africano" y se preguntan: "¿Empezarán ahora a pintar cerdos blancos?".

Nick Rawlinson y Mike Pritchard consideran la caricatura "una ofensa no sólo contra el continente africano, sino contra toda la humanidad". "EL PAÍS tiene reputación de liberal y progresista, pero este retrato racista y eurocéntrico arrasa con tal reputación. Hemos comprado nuestra última edición de EL PAÍS, y esperamos que no seamos los únicos".

Las quejas de los lectores plantean un serio problema: ¿deben los medios de comunicación tener una sensibilidad especial al publicar informaciones u opiniones que puedan fomentar estereotipos racistas?

Dicho más claramente: ¿debe publicarse un dibujo que caricaturice a un blanco como un orangután pero rechazarse un dibujo que caricaturice a un judío como avaro o a un negro como un mono?

El autor de la caricatura, Loredano, está en completo desacuerdo: "No creo que haya de considerar la raza o el color de la piel al hacer una caricatura de quienquiera que sea. Judíos avaros y negros animalescos han de ser caricaturizados despiadadamente. Muchísimo más crueles son los actos que se denuncian en los dibujos".

Loredano recuerda que en su carrera como caricaturista (21 años, de los cuales ocho en EL PAÍS) "hay suficientes ejemplos de retratos de maravillosos hombres y mujeres negros tratados con cariño y amor".

"Quienes me conocen", insiste el autor, "saben de mi gratitud por la milagrosa aportación que supuso para mi país, Brasil, la llegada de los esclavos negros. África es responsable, por lo menos, de la mitad de lo bonito que pueda ser mi país o de lo interesantes que puedan ser sus ciudadanos".

El subdirector Francisco G. Basterra, responsable de la edición dominical, apoya este criterio. "La decisión editorial de poner la caricatura de Loredano en página se realizó sin reserva mental ni prejuicio racial alguno, desde la libertad. Se transmitía de una forma despiadada, como debe ser toda buena caricatura, la rotunda repugnacia política que nos provocaba la figura de Obiang".

Loredano aportó, además, una colección de sus caricaturas en las que, por ejemplo, Mario Conde e Iñaki Esnaola tienen aspecto de primates, el presidente del Bundesbank parece un cerdo, o Slobodan Milosevic, un perro rabioso.

La Defensora del Lector consideró que estas explicaciones no eran suficientes para quienes calificaron la caricatura de ofensiva y plantearon el problema central: se puede caricaturizar a un blanco como un mono, pero no a un negro, porque, esté o no en la mente del caricaturista, el racismo es una realidad y la asociación de imágenes de negros y monos ha funcionado como estereotipo racista.

El Libro de Estilo de EL PAÍS no constituye una referencia suficiente a la hora de resolver este problema. La única norma relativamente aplicable, el apartado 1.41, dice: "Nunca deben utilizarse palabras o frases que resulten ofensivas para una comunidad. Por ejemplo, 'le hizo una judiada' o 'le engañó como a un chino".

Sin embargo, una caricatura puede ser considerada como un artículo de opinión, en cuyo caso se aplica un único principio general: no puede propugnar la violencia.

La Defensora del Lector buscó opiniones fuera del periódico. El presidente de la Asociación Pro Derechos Humanos de España, José Antonio Gimbernat, está de acuerdo con "la discriminación positiva hacia las personas de otras razas distintas de la nuestra", pero cree que "no es particularmente con los dictadores de sus razas con quienes hay que esmerarse".

En definitiva, Gimbernat cree que "el principal mensaje de la caricatura en cuestión es positivo y no tiene caracter racista".

El antropólogo Juan Aranzadi plantea una reflexión distinta: "En la medida en que la elaboración conceptual del racismo se edifica sobre un trasfondo simbólico de imágenes étnico-culturales socialmente estereotipadas, la promoción y el estímulo de éstas por parte de los medios de comunicación es, si no racista por sí misma, sí cuanto menos reforzadora del imaginario popular que, en determinadas condiciones, puede generar una ideología y una práctica genuinamente racista".

Paz Moreno Feliú, profesora de Antropología, advierte que la caricatura de Obiang se relaciona con estereotipos y que este tipo de imágenes produce, además, otra distorsión porque "se niega al dictador guincano toda su biografia (formación en España, ideología de claras raíces europeas)".

Aranzadi abunda en este criterio: "Ningún antropófago primitivo ha sido nunca un asesino comparable a los múltiples déspotas de nuestra civilizada sociedad...".

Fernando Savater, catedrático de Ética, opina que "no se trata de caer en las exageraciones del politically correct: un trato igualitario a los individuos de las diversas etnias empieza por poder hacerles las mismas críticas, incluso sangrantes".

En este caso concreto, sin embargo, Savater cree que "es aconsejable tener sensibilidad ante ciertos estereotipos previos, que cargan la sátira de contenidos indeseados. Por tanto, si de dictadores se trata, lo mejor es presentar a Pinochet como gorila y a Obiang disfrazarle en cambio de Pinochet".

Otro profesor de Filosofía, el norteamericano John WeIsh, considera que una caricatura como la de Obiang sería impublicable en EE UU o en un país occidental donde existiera una gran comunidad negra.

"Teóricamente" explica WeIsh, "no hay razones por las que se pueda caracterizar a un blanco como un gorila y no a un negro. Sin embargo, la realidad es que existe el racismo y una terrible historia de colonialismo y discriminación realizada por blancos. La caricatura de EL PAÍS está demasiado cerca de los prejuicios raciales".

La Defensora del Lector quiso preguntar su opinión a representantes de la comunidad negra norteamericana, una de las más activas en el mundo occidental en la lucha contra la discriminación. El corresponsal de EL PAÍS en Washington, Antonio Caño, aceptó amablemente realizar algunas gestiones en este sentido.

La reacción de las personas consultadas, expertos en discriminación racial y derechos civiles, fue muy negativa.

Caño explica: "Contacté con dos profesores universitarios, con la oficina de la principal organización de defensa de derechos de los negros, la NAACP, y con el despacho de Lani Guinier, la abogada negra que fue propuesta como directora de la Oficina de Derechos Humanos. Ninguno de los contactados aceptó siquiera que se vinculara su nombre a este episodio".

"Ninguno de ellos", prosigue Antonio Caño, "aceptó hacer declaraciones formales sobre algo que les parecía inconcebible que hubiera ocurrido".

El corresponsal en Washington recuerda que, hace algunas semanas, la compañía de teléfonos AT&T decid¡ó retirar una campaña de promoción de llamadas al extranjero en la que se exhibía un mapa donde las diferentes áreas geográficas estaban representadas por objetos o animales típicos.

"En África habían dibujado un gorila", explica Caño. "AT&T pidió perdón por lo que muchos negros norteamericanos de origen africano consideraron un insulto".

El estatuto que regula las funciones de la Defensora del Lector establece como obligación "explicar si se han cumplido o no las normas del Libro de Estilo ( ... )" y "abstenerse siempre de emitir sentencias sobre el trabajo de los redactores".

Lamento comunicarles que, a. mi juicio, dichas normas son tan ambiguas que no está claro que se hayan incumplido en este caso. Mi criterio personal es que en las próximas ediciones del Libro de Estilo se debería desaconsejar terminantemente la publicación de caricaturas y textos que puedan ayudar a perpetuar estereotipos raciales o ser considerados ofensivos por una comunidad.

Antes de transmitir esta solicitud a la dirección de EL PAÍS me gustaría, sin embargo, recibir más opiniones de ustedes, los lectores.

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