SON DOS CONTRA TODOS.
De vez en cuando, algún valiente se atreve a desafiar la dictadura de los automóviles a pesar de que no corren buenos tiempos para la libertad de expresión de las bicicletas. Es entonces cuando las sombras se alían con el silencio y toman posesión del asfalto, aunque esté tan deteriorado como el de la glorieta de Cuatro Caminos. Como el pasado domingo, cuándo se logró una victoria más en una de las miles de batallas que constituyen esta guerra perdida desde hace años.
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