_
_
_
_
Reportaje:

El músculo del ordenador

Mister Universo 1972 es ahora un alto ejecutivo bancario

Ochenta y cuatro kilos de peso, 44 centímetros de brazo, 122 de pecho y una fuerte dosis de voluntad bastaron a Baldo Lois en 1967 para ceñir su pétreo tórax con la banda de Mister Madrid. Este hombre, hoy más canoso pero igual de fornido y ágil, consiguió dos años más tarde el título nacional, y en 1972 se alzó con el segundo puesto de Mister Universo. "¡No todo van a ser misses!-, comentaba jocosa una conocida revista de la época.Ahora, a los 50 años, Baldo reparte sus días entre su cargo como responsable de las terminales punto de venta del Banco Bilbao Vizcaya (BBV), su gimnasio en Pueblo Nuevo donde ayuda a esculpir a jóvenes promesas, y una familia numerosa, a la que dedica, "sobre todo, los fines de semana".

Pese a haber hecho trizas con su ejemplo el tópico de que tras tanto bíceps sólo se esconde una cabeza hueca, Baldo está harto de comentarios socarrones, de la falta de una mirada seria por la prensa y de la frivolidad con que se enjuicia el culturismo, un deporte que para muchos todavía no es más que un grupo de forzudos y sansones exhibicionistas. "Cuando te invitaban a fiestas de gente muy importante sabías que lo hacían un poco como si fueras un bufón, sentías una cierta sorna a tu alrededor. Yo iba para demostrarles que, en todo caso, los bufones eran ellos", afirma mientras muestra un puñado de revistas extranjeras que todavía no le han olvidado y siguen incluyendo su nombre entre los mejores. Son publicaciones americanas, inglesas y, sobre todo, árabes: "En los países árabes y Turquía existe una afición increíble.Creo que es por el culto que tienen al cuerpo y por el que tienen al hombre".

La chispa de inspiración siempre le ha acompañado para salir airoso de los retos que se ha impuesto a sí mismo. El primero fue convertirse en Mister España después de que un serio problema pulmonar le vetara de por vida para el deporte. La cercanía de las piscinas del Moscardó y el deseo de no verse marcado como inútil, le guiaron primero a la natación, después a la gimnasia y le aparcaron definitivamente en el culturismo. Luego, desafiando a su destino de chico normal de clase media, se fue a Londres. "Entonces casi nadie viajaba y yo quería vivir y conocer mundo. Tenía otras ambiciones". Para pagarse la vida y los entrenamientos lavó coches, fue funcionario de la embajada y jardinero.

Pero Londres le permitió también alternar con los ases mundiales del culturismo, convencer al entonces Mister Universo Rick Wayne para que le entrenara personalmente y cobijar varios meses a Arnold, Schwarzenagger por supuesto, que entonces no era más que un austriaco con la mirada puesta en Estados Unidos. Es una amistad que todavía perdura. La competición la abandonó por esa inspiración que le impidió cegarse con el fogonazo de la fama. Además estaban las servidumbres del estrellato:los anabolizantes, las presiones de las firmas comerciales, los tejemanejes de los campeonatos. "No quería nada de eso, para mí el culturismo es una forma de conocerte a ti mismo y a tu propio cuerpo".

Su porte y su preparación física le abrieron la puerta trasera del cine. Tras llevarse, como doble, los mamporros destinados a los protagonistas de Los titanes, La caída del imperio romano o 55 días en Pekín, donde le escogieron porque el resto de los extras no sabían morir y se tiraban de culo a las colchonetas, dijo no sin remordimientos al mejor papel. "Me ofrecieron hacer de Algarrobo, el compañero de Curro Jiménez, porque querían que fuese un personaje muy acrobático, muy ágil. Pero acababa de entrar en el banco y lo rechacé".

El pasado se escapa de su maletín negro de ejecutivo rebosante de recortes amarillentos, convocatorias para campeonatos, y sobre todo fotos con Rick Wayne, con Arnold, con Lou Ferrigno, la famosa Masa, que atestiguan cada una de sus palabras. Al cerrar el maletín, vuelve a la realidad de hombre pluriempleado y padre de familia numerosa, con el corazón repartido entre pesas y ordenadores. El vicio de retarse a sí mismo le embala al contar su sueño más próximo: aprovechar el ordenador para sustituir en todos los bolsillos la calderilla y las llaves por cómodas tarjetas. "Puede parecer de locos, pero ya lo creo que es posible".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

A las once de la noche sale del gimnasio, sin preocuparse por quién lo cerrará. Dentro, media docena de jóvenes siguen sacando pecho. "De aquí ha salido ya una veintena de campeones. Sólo en este año van dos títulos nacionales, y uno que es tercero de Europa y tercero del mundo". Es la despedida orgullosa de alguien que sabe que le han cogido el testigo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_