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Un juez expulsa a un mayordomo filipino que se acostó "hipnotizado" con la hija del matrimonio

Todo empezó con una enigmática llamada telefónica me llamo Elena; soy sexóloga..."- y acabó en un juego amoroso entre una joven de 12 años y su mayordomo filipino de 28, alentados por una cálida voz que hablaba a través del teléfono. La adolescente creyó que la falsa sexóloga había convenido con su padre la llamada; y ella y el mayordomo se limitaron, según confesaron a la policía, a obedecer sus órdenes porque estaban "hipnotizados". No hubo violencia ni penetración; sólo tocamientos. El juez que investiga los hechos ha expulsado de España al mayordomo.

"¿Te ha dicho tu padre que te iba a llamar para hablar contigo?", inquirió la supuesta sexóloga a la menor. "No, no sé nada", repuso ésta. "Se le habrá olvidado", contestó Elena.Los padres de la adolescente -una familia acaudalada- estaban trabajabando ese día, el 28 de julio pasado, sobre las once de la mañana. %Quién hay en la casa?"', sonsacó la tal Elena a la muchacha. "Mi hermano [de nueve años], el mayordomo y yo". Y prosiguió: "Bien; hazme caso a todo lo que te diga, ¿vale?; lo pasarás muy bien".

"Llama al mayordomo"

Sin despegarse del teléfono, la muchacha entró, siguiendo las instrucciones de la supuesta sexóloga, en el dormitorio de sus padres. Allí oyó de nuevo la cálida voz, que le indicó por el teléfono supletorio que se desnudara y se "rascara" su sexo.

"Ahora, llama al mayordomo", dijo la voz. Así lo hizo M. C. M., iniciales de la menor. "Estaba convencida de que era verdad que había hablado antes con mi padre", explicó a la policía días después.Cuando el empleado, Fernando L. L., llegó al dormitorio, encontró a la hija de su jefe, de 12 años, desnuda sobre la cama y pegada al teléfono.

-¿Qué ocurre?, preguntó

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-Sigo instrucciones de una persona que me ha llamado por teléfono -explicó la chica- Me ha dicho que te llame y que me hagas lo que ella diga.

Fernando asintió; no hizo más preguntas. Con el mayordomo dentro del dormitorio, la fingida sexóloga Elena logró desnudar a ambos y hacerles entrar en un juego amoroso que no pudo consumarse. "Me dolía un poco; se lo dije a Fernando [el criado], y él se quitó de encima, se vistió y se marchó de la habitación". La conversación telefónica se interrumpió entonces.

Al rato, la joven recapacitó. Volvió a coger el teléfono y llamó a la oficina donde trabaja su madre y se lo contó todo. Su progenitora, asustada, alertó enseguida al esposo y ambos regresaron a casa. El mayordomo fue despedido ese mismo día. Y los padres presentaron una denuncia en la comisaría. Antes quisieron averiguar qué había pasado exactamente entre su hija y el empleado. Los médicos del hospital La Paz reconocieron a su hija, pero no advirtieron signos de violencia ni de violación.

El 30 de julio pasado, el caso llegó al Juzgado de Instrucción 27 de la plaza de Castilla, y el magistrado David Cubero abrió diligencias, según han informado fuentes policiales. Tan inaudita era la historia que, en un principio, los investigadores barajaron la idea de una invención infantil. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando el mayordomo, primero en comisaría y después ante el juez, corroboró la veracidad de los hechos relatados por la joven.

"Me llamó al dormitorio y entré. La vi desnuda y hablando por teléfono. Segundos después, llegó a la habitación su hermano [de nueve años]; ella lo echó".

Fernando L. L. reconoce su participación en los tocamientos. En cambio, niega que se situase, desnudo, encima de la menor. "Cuando ella me lo ordenó, me vestí y salí de la habitación", ha explicado a la policía. En lo demás, coinciden sus declaraciones. "No tenía intención de tocar a la niña, pero seguí sus instrucciones, las mismas que le daban a ella por teléfono; estaba como hipnotizado", explicó Fernando durante su interrogatorio ante la policía.

"Voz española"

La muchacha asegura que nunca había mantenido ninguna conversación sobre sexo con su padre, y que lo que sabe es por lo que ha visto en la tele y por referencias de sus amigas del colegio.

El juez David Cubero sigue investigando este extraño suceso. Sobre la enigmática voz, la muchacha sólo recuerda que "hablaba con acento español" y que no le era familiar. Asegura también que no tomó "como un juego" las instrucciones que dictaba la voz desde el otro lado del hilo telefónico.

Hasta ese día, su relación con el empleado de su casa, en la que trabajaba desde hacía un mes, había sido normal, matiza la muchacha. Y agrega: "Estuve a punto de colgar el teléfono, pero como ella [la apócrifa sexólogal me dijo que sería bueno para mí y que conocía a mi padre, pues...".

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