Las lágrimas impidieron a Fraga cantar el himno gallego en su toma de posesión al frente de la Xunta
El sonido quejumbroso de cerca de 2.000 gaitas se mezcló con el orvallo (llovizna) compostelano y el incesante llanto de Manuel Fraga. "Abrumado" por el apoyo popular que recibió en las elecciones del 18 de octubre, el fundador del PP inició ayer su segundo mandato como presidente de la Xunta. Bajo la fina pero persistente lluvia que cayó durante la mañana sobre Santiago, mi les de militantes populares llegados de toda la región e incluso de otras zonas de España aclamaron a un Fraga más emocionado que nunca. La dirección nacional del PP, casi al completo, se sumó también a los festejos.
El apóstol Santiago, reiteradamente invocado en sus discursos por Fraga y por el presidente del Parlamento autónomo, Victorino Núñez, no colaboró esta vez en la celebración. Hace cuatro años, en pleno mes de febrero, amaneció un día radiante y soleado para dar brillo a la marcha triunfal del presidente de la Xunta y sus gaiteiros. Ayer, la lluvia no paró desde primera hora de la mañana y la participación popular fue notoriamente inferior a la de 1990.Pero con lluvia o sin ella, el baño de masas estaba garantizado. Miles de personas se volcaron con Fraga y José María Aznar durante el recorrido a pie que realizaron entre el edificio del Parlamento gallego, donde se celebró el acto de toma de posesión, y la plaza del Obradoiro, junto a la sede de la presidencia de la Xunta.
Del fervor de la multitud dieron fe el propio Aznar, que, achuchado por sus seguidoras, llegó a perder el paso de la comitiva, o el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, quien acompañado de Isabel Tocino no tuvo más remedio que romper el cordón policial para saludar a Fraga. Peor lo pasó la diputada Luisa Fernanda Rudí, aturdida por la muchedumbre, que no pudo evitar un lamento: "¡Por Dios, estoy asfixiada!".
Con los gaiteiros abriendo paso en formación militar, el calor humano le llegó también a Fraga desde los balcones. El presidente de la Xunta fue aclamado por las chicas de un colegio del Opus Dei; por los vecinos de un inmueble del casco viejo, que le lanzaron papelitos de colores; por las clientas de una peluquería aún a medio peinar; por albañiles en plena faena; por los funcionarios de la Delegación de Hacienda; por una mujer vestida con el traje regional que profería gritos extasiados desde una ventana del hostal de los Reyes Católicos... y mientras, algunos de los consejeros de su Gobierno y sus asesores de prensa se sumaban a las decenas de policías en el intento de contener las ansias de la multitud.
Poesía y amor
Fraga hizo todo el recorrido con las lágrimas resbalándole por el rostro y los ojos enrojecidos. En el Parlamento, ante 600 invitados, leyó un breve discurso con voz entrecortada, y ya en la plaza del Obradoiro, ni siquiera fue capaz de cantar el himno gallego, interpretado al unísono por todas las organizaciones musicales presentes.Lo único que alcanzó a decir fue que el concierto de gaitas con que se le había rendido homenaje "simboliza un pueblo que sueña, que trabaja, que lucha y que no olvida la poesía y el amor".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.