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Tribuna
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Antecedentes

Jorge M. Reverte

Los cronistas (y es posible que los psicólogos) han encontrado el punto común entre los dos niños ingleses de 11 años que mataron a otro de dos: uno es hijo de padres separados y el otro dejó de ver a su padre hace la pila de años. Todo esto lo cuenta un mentecato con la sonrisa en la boca (por qué se sonríen a veces los locutores es un misterio para muchos televidentes), y no da más datos que sirvan para unir ambas historias. De lo que se concluye que un hijo de padres separados que se va de paseo con otro de la misma edad y condición es una auténtica bomba de relojería para los niños de dos años que van a la compra con su madre.O sea, que mi hijo, que tiene cara de ángel y va muy bien en el colegio, lo tiene crudo como me pida hacer de canguro con su primo el pequeño. Los que tenemos hijos de padres separados tenemos en adelante la inquietud de saber que hay un psicópata en casa, dispuesto a cometer cualquier atrocidad.

El sonriente cronista y los afinados psicólogos no cuentan nada sobre el origen familiar de los numerosos testigos que vieron cómo los niños paseaban a patadas al pequeño mientras éste lloraba, sin hacer nada para impedirlo. Es muy probable que todos esos viandantes, pacíficos ciudadanos dispuestos a testificar sobre la crueldad que sucedía ante sus ojos, estupendos ciudadanos que no intervinieron siquiera para preguntar por qué lloraba el pequeño, sean hijos de familias fáciles de esas que no incluyen ningún progenitor separado.

Los padres separados exigimos estadísticas que demuestren que nos pegamos más que los que no se separan y que revelen de forma evidente que nuestros hijos son asesinos en potencia. Eso nos daría prestancia social. Yo voy a llevar a mi niño al psicólogo, porque todavía no ha matado a nadie.

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