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España, un Ciclo económico acusado

JULIO RODRÍGUEZ LÓPEZLos indicadores económicos actuales presentan un perfil muy distinto si la comparación se efectúa respecto de los primeros meses de 1993, donde los cambios son ya moderadamente positivos, en lugar de

respecto de 1992, donde aún son negativos.

1. Las previsiones económicas generales. Europa. El panorama económico mundial no presenta todavía indicios claros de recuperación. Sin embargo, han aparecido elementos que apuntan hacia una mejoría moderada de la situación. Lo más preocupante del momento es el carácter prolongado de la etapa de recesión en un número amplio de países industriales.

Los excesos inflacionistas experimentados en los precios de los activos al final de los años ochenta y el carácter elevado de los tipos de interés reales hasta 1993 han sido factores que han reforzado el carácter depresivo de la presente situación.

Con lentitud, comienza a producirse una mejoría de las previsiones de crecimiento en el conjunto de los países industriales. Sin embargo, en Europa las cosas resultan algo más complicadas respecto de este panorama general. Se considera que lo que está sucediendo en el bienio 1993-1994 no responde sólo a la etapa más baja del ciclo económico, sino que se está en presencia de un auténtico periodo de transición. Esta situación genera notables modificaciones estructurales a medio plazo, así como aumentos importantes del desempleo a corto plazo (Peter Norman, World economy and financial, Financial Times, septiembre de 1993). La inversión productiva se desenvuelve ahora a nivel mundial un tanto al margen del ciclo. Los flujos de inversión se desvían hacia los mercados más rentables. El motor del cambio, más que comercio mundial, son las inversiones exteriores procedentes de las grandes corporaciones transnacionales. La globalización de la economía provoca la ruptura de la división entre países industriales y países en desarrollo.

Sobre este marco tendencial, en el que los déficit públicos alcanzan niveles récord en el mundo occidental (un 4,5/ del PIB en el promedio de países industriales, un 6,4% en la CE en 1993, consecuencia sobre todo de las elevadas cuantías de las prestaciones por desempleo y de las pensiones), han aparecido algunas señales reveladoras de una posible mejoría económica a corto plazo. En primer lugar, el ritmo de crecimiento se ha fortalecido en Estados Unidos, donde la normalización de los mercados financieros y los bajos tipos de interés reales han permitido aumentos reales de la inversión fija superiores a los del consumo.

En segundo lugar, parecen producirse indicios de mejoría en Alemania, sobre todo después de la firma del pacto de solidaridad en dicho país.

En tercer lugar, en numerosas economías en desarrollo se están produciendo rápidos ritmos de crecimiento. Por último, la reducida inflación de los países industriales dará lugar a que las políticas monetarias dejen un mayor margen de maniobra al crecimiento.

Sobre este contexto sólo ligeramente mejorado, el FMI ha previsto un crecimiento global del 2,2% del PIB en los países industriales en 1994, frente al 1,1% de 1993. En Europa se prevé para la CE una caída del PIB entre el -0,5% y el -1% en 1993, así como una recuperación muy moderada para 1994. La presente crisis se hace paulatinamente más europea. Por el momento, Europa no puede obtener soluciones a sus problemas ni en Estados Unidos ni en Japón, sino que debe buscar los remedios dentro de sí misma. Por un lado, parece preciso flexibilizar unas sociedades relativamente rígidas. Por otra parte, se apunta la conveniencia de lanzar una iniciativa coordinada de crecimiento a nivel CE, que incida sobre las infraestructuras básicas y sobre las comunicaciones. La influencia al alza sobre el crecimiento que puede obtenerse de esta iniciativa coordinada puede facilitar la realización de cambios generales a nivel interno, permitiendo adaptaciones del aparato productivo que resultarían más fáciles de implantar en un marco de crecimiento económico más entonado que el presente. 2. Economia española. Indicadores y ciclo económico. España ha sufrido notablemente el cambio de signo del ciclo económico general. Las caídas del crecimiento en la demanda interna, en la actividad y en el empleo han sido más intensas en 1991-1993 que en la CE respecto de la etapa de expansión, en parte porque aquí dicha expansión también fue más fuerte, como puede apreciarse en el cuadro 1 y en el gráfico adjunto. La economía española sufre ciclos más acusados que el resto de Europa, lo cual puede ser el reflejo de una estructura productiva no suficientemente diversificada. Un ejemplo de actividad generadora de empleo básicamente a corto es el de la construcción de segundas viviendas, actividad que funciona bien en la expansión, pero que acentúa los periodos de recesión, sin suponer soluciones de desarrollo estables en los niveles local y regional. El aumento del 38% en el almacenamiento de segundas viviendas registrado entre 1981 y 1991 en España, según los censos de población y vivienda del INE, no deja de ser una evolución reveladora de una estructura económica profundamente dependiente de la construcción. La competitividad y la diversificación de la actividad económica son objetivos razonables para los próximos años. La aportación cualitativa de los Gobiernos autónomos y locales pueden ser tan importantes como la del Gobierno de la nación.

Se han advertido a nivel de la economía española recientemente algunos indicios positivos de comportamiento. Entre otros aspectos destaca el espectacular aumento de la licitación pública, que según SEOPAN ha sido del 80% a precios constantes en enero -julio de 1993 respecto del año anterior. El descenso medio de los tipos de interés de los créditos hipotecarios entre enero y septiembre de 1993 supone un retroceso del 7,5% en el coste de acceso a una vivienda en presencia de precios estables. La temporada turística del verano de 1993 ha sido positiva. La construcción de viviendas protegidas mejora a partir de los potentes estímulos del plan 1992-1995, que desempeña ahora un notable papel anticíclico. Los indicadores económicos presentan un perfil muy distinto si la comparación se efectúa respecto de los primeros meses de 1993, donde los cambios son ya moderadamente positivos, en lugar de hacerlo empleando los cambios de 1993 respecto de 1992, donde la variación todavía es negativa, en general. La reducción de la inflación (4,3% del IPC en septiembre de 1993 respecto de 1992 y menos del 3% de aumento de los precios internos en los dos primeros trimestres de 1993) se deja advertir con carácter generalizado, aunque los cambios de paridad han modificado el signo de la actuación prolongadamente reductora de los precios por parte de las importaciones.

El papel del sector exterior resulta ahora determinante en lo que a aportación al crecimiento se refiere. En 1993, dicho sector va a impedir una mayor caída el PIB y en 1994 puede explicar por sí sólo la prevista recuperación del 1,3% (cuadro 2). Esta evolución va a dar lugar a que las exportaciones de mercancías y servicios pasen a suponer en breve plazo en España el 20% del PIB. Esto último revela, por otra parte, la presencia en España de un dinamismo exportador más intenso que en el resto de países de la CE, donde el crecimiento de las exportaciones resulta menos destacado.

En este marco de previsiones todavía escasamente optimistas, la política económica habrá de irse orientando gradualmente hacia la oferta, lo que es consecuencia inevitable, por su parte, de la globalización general de la economía. Esto último no implica necesariamente un menor papel del sector público en la economía, sino un papel distinto al tradicional. Las partidas de gasto público más proclives al estímulo al crecimiento y a la reestructuración productiva resultarán necesariamente favorecidas. El estímulo al crecimiento sostenido en general tiene que ser la primera línea de ataque a la crisis, pero el futuro mayor crecimiento no va a bastar por sí sólo para llevar el desempleo en España desde el 22,4% hasta el 10% de la población activa. La reactivación del empleo dependerá del ciclo, como lo demuestran los estudios recientes del empleo en España efectuados en el INE (Boletín Trimestral de Coyuntura, números 48 y 49, trabajos de Martín Quilis y Frutos Vivar), pero también dependerá de otros factores. Entre estos últimos, el control del coste del trabajo y de la posible reducción del tiempo de trabajo son factores que pueden colaborar a la creación de empleos o al mantenimiento de la ocupación existente.

Las prestaciones sociales, además de requerir una racionalización constante, serán tanto más posibles de mantener o ampliar cuanto más potente sea la base productiva nacional. El pacto social con empresarios y sindicatos debe de conseguirse. El ejemplo alemán parece confirmar el potencial de utilidad de dichos posibles acuerdos. En pocos países resulta tan evidente como en España el que a los problemas del ciclo se unen ahora otros de estructura, que será preciso acometer para conseguir que la futura recuperación general tenga una mayor incidencia. Detectar dichos problemas y hacerles frente llevará a un nuevo marco que proporcione flexibilidad y más bajos costes, a la vez que algo más de seguridad a una sociedad en la que una situación de transición como la presente genera abundantes incertidumbres.

es presidente del Banco Hipotecario de España.

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