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Flamenco

¿Flamenco..,?: Barcelona; no hay otro lugar. Ni el triángulo mítico de Triana, Jerez y los Puertos; ni la ronda tenazmente canalla de la noche de Madrid; ni los cultos concilios de algún café/templo de Granada... Barcelona: allí donde el partido que gobierna redacta, sin un gramo de rubor en la cara, las 12 canciones que todo catalán ha de conocer, desde el Virola¡ a L'Estaca; la Barcelona donde el castellano agoniza. En esa ciudad hosca, abierta, espesa y feliz -todo a un tiempo- acaba de juntarse la mejor generación flamenca del posmairenismo, del poscamaronismo. Ahí están dos genios durísimos, mezclados, improbables: Duquende, de Sabadell -acaba de grabar con Tomatito: extraodinario-; y la gran Ginesa Ortega, hija de gitano francés -anoten- y nacida en Francia. Ahí, Miguel Poveda, de Badalona -¿dónde, cómo habrá aprendido a cantar este muchacho?-, y la soberbia Maite Martín, sólo tan conmovedora como inteligente, que canta todo lo grande. de manera limpia, y que para enjuagarse alcanza a echar, cualquier noche relajada, un poso de boleros como nadie en España es capaz de hacerlo. Premiados en Córdoba, en la Unión, en Mairena. ¿Guitarras?: escuchen a Chicuelo, compartan con Paco de Lucía la honda perplejidad que sube cuando Cañizares puntea. Un día, poco antes de morir, pudieron ver a Camarón absorto ante una música. Cantaba Duquende. Alguien, en el cuarto, dijo: "No tiene compás...". Entonces José habló: "Quillo, ¿cómo quieres que tenga compás si se ha criado salvaje. Ya lo cogerá". Criados salvajemente, en efecto: en las metálicas periferias, aprendiendo en los discos y soportando el muermo de las sevillanas en las peñas; siguiendo la tórrida, agotadora ruta de los festivales, con poco dinero y desaliento ninguno. Larga marcha hacia el compás; pero ya es suyo.

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