Carnaza

Polemizamos sobre la carnaza y lo que nos merecemos. Hay quien subraya que esto es lo que quiere la gente: espectáculos como el de La máquina de la verdad, que dirige Julián Lago. Voces razonables que razonan que eso es lo que quiere el público (bate récords de audiencia). La televisión es, entonces, el reflejo de lo que la gente es. Lo que somos.En la antigua Yugoslavia las audiencias se miden de otra manera. Mejor dicho, no se miden audiencias, sino programas interactivos. Miles de personas participan en atrocidades que nos parecerían inconcebibles si no las certificaran los corresponsales de prensa y las imágenes que nos ofrecen. Los telediarios también baten récords de audiencia con la escatología de la sangre y el sufrimiento.
Más lejos, podemos ir más lejos: un soldado bosnio confiesa, que, tras ser hecho prisionero, los milicianos serbios le obligaron a violar a mujeres de su raza. Bajo la amenaza de un fusil de asalto, al pobre prisionero asustado le sobrevenían erecciones con las que cometía atrocidades. Cabe hacerse la pregunta de si uno sería capaz de sufrir semejante fenómeno: experimentar una erección bajo la amenaza de un fusil y violar a unas mujeres igualmente amenazadas. La sola pregunta es insoportable. No cabe mayor puesta en cuestión de la condición humana.
Aceptar el razonamiento de que debemos aceptar con naturalidad La máquina de la verdad nos obliga a aceptar que seríamos capaces de hacer lo que el prisionero bosnio. Es sólo una cuestión cuantitativa.
La abyección no tiene límites. El grado de abyección que cada uno está dispuesto a soportar, sí. Yo no quiero saber si, en condiciones semejantes, actuaría como el prisionero bosnio. Quiero creer que no. Lo que si sé es que no soy Julián Lago ni me excita comprar o vender basura.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
Últimas noticias
Los riesgos laborales de tres de cada diez empleadas de hogar siguen pendientes de evaluar pese a la obligatoriedad
Milei busca derribar los muros ambientales que limitan el extractivismo en Argentina
Concepción Arenal: la muñeca de Manuela Carmena
Júlia Calvet, una joven promesa del plantel catalán de Vox para relevar a Ortega Smith
Lo más visto
- La revalorización de las pensiones queda en el aire por la negativa de la derecha a apoyar otras medidas sociales
- El líder groenlandés responde a Trump: “Groenlandia es nuestro país. Nuestras decisiones se toman aquí”
- Juan Carlos Ferrero: “Más que dolor, siento pena; los finales siempre son tristes”
- La cúpula de Vox votó por unanimidad la destitución de Javier Ortega Smith
- Los ‘whatsapps’ de Mazón a Feijóo del día de la dana: “Un puto desastre va a ser esto presi”




























































