El Madrid resuelve por agotamiento
Sabonis, responsable de lo bueno y lo malo de su equipo ante el Bayer
El Real Madrid cumplió su objetivo por la vía del agotamiento. Pareció dar a entender que no iba a admitir más conversación que la suya (21-5 en el minuto 7), discutió a la baja durante muchos minutos (64-62, principio del cuarto tiempo) y dejó sus mejores, que no buenos, minutos para el final, coincidiendo con la bajada de tensión del equipo alemán, que digerió peor que los blancos los ocho minutos extra de diferencia entre un partido NBA y otro FIBA.
A pesar de la victoria y la suculenta recompensa de enfrentarse a los Suns, el Madrid como mostró frente al Barcelona, sigue teniendo un grave problema. Siendo un equipo de calidad incuestionable y atesorando un buen número de virtudes, sus defectos, siendo menores en cantidad, hacen mucho más ruido que el cántico de sus excelencias. Suenan más porque se circunscriben a facetas del juego perceptibles hasta para un neófito. Lo que no quiere decir que explicar sus porqués esté tan al alcance. De hecho y por las caras que se observan en la cancha y banquillo, nadie parece comprender cómo un equipo de la categoría del actual Real Madrid puede perder 27 balones, la mitad de ellos en circunstancias muy cercanas al absurdo baloncestístico.
Luego está el asunto Sabonis. El Madrid tiene mejor equipo que la temporada pasada. Arlauckas, a pesar de su desacertado inicio de campaña, es objetivamente mejor que un Brown entrado en años. Kurtinaitis no desmerece ni mucho menos a Simpson, y los jóvenes, sobre todo Lasa, cuentan con un año más de experiencia. Pues en contra de toda esta exposición, la Sabonis-dependencia ha aumentado en varios grados. Todo lo que le ocurre al lituano (lo bueno y lo malo) tiene una directa e inmediata repercusión en los aspectos deportivos y psicológicos del equipo. Excesivo incluso tratándose del pívot más determinante que ha dado el baloncesto europeo.
Cuarenta y siete minutos y veinte segundos tardó el Madrid en llegar a los 80 puntos. El Bayer casi lo mismo en alcanzar los 70. Se podría argumentar que fue un choque de grandes defensas, pero para qué nos vamos a engañar. La realidad fue lo que se puede llamar un peñazo de partido. El encuentro sufrió de arritmia galopante desde el salto inicial, siendo el Bayer (cuestiones de protocolo) el que se colapsó primero. Un Madrid ágil y sincronizado se aprovechó menos de lo factible por el dichoso asunto de los balones entregados de una empanada alemana digna de presentarse a concurso. El Madrid entonaba el defensa-rebote-contraataque que tanto gusta a los técnicos, mientras el Bayer hacía todo lo contrario, dejando a las escopetas de feria como material de alta precisión en comparación con sus muñecas. Entonces cometió la tercera falta personal Sabonis (debía haber visitado el banquillo cuando hizo la segunda) y el Madrid tomó el relevo de la incapacidad. Lentamente, el Bayer recuperó terreno y el partido entró en indefinición.
El Madrid jugó con tres bajos, tres altos y dispuso una zona para proteger su rebote. Fueron soluciones sin influencia, pero lo que sí se hizo notar fue su atasco en la transición defensa-ataque, y ya se sabe que a pocas revoluciones es un equipo vulnerable. Afortunadamente, Martín y Biriukov suplieron los errores de Arlauckas, que no tiene muy claro a qué tiene que jugar.
El cuarto periodo, como manda la NBA, se erigió como juez único, con las baterías casi agotadas por el esfuerzo que tuvo que realizar en aras a contrarrestar su poco acierto, los alemanes no aguantaron el último tirón de un Madrid más fresco y agresivo, arrojando finalmente la toalla buscando la fortuna del lanzamiento suicida.
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