Haber
Otra vez la autodeterminación. Como si no se hubieran autodeterminado cuando votaron el estatuto. En el peor de los casos, se trataría de la reautodeterminación, término que haría imposible cualquier campaña en clave de referéndum.Mientras, nos ocupamos de cosas que tienen significaciones concretas y avanzan en el camino de la diferenciación nacional, cuestión que a muchos nos trae al fresco en tanto no despierte monstruos dormidos o abandone solidaridades. Tantos por ciento del IRPF o inmersiones lingüísticas. La cosa tiene variantes para todas las necesidades. Las revueltas bálticas trajeron unos vientos huracanados que la sangre impresa en los telediarios acalló pronto. Lo de Yugoslavia atemperó algunas tentaciones. Y nuestros paisanos volvieron a callarse y dejaron de tentar el paño de la independencia. Ahora resurge de nuevo en forma de rumor.
Es de obligación democrática aceptar el envite. Pero es de ciudadanía de bien advertir que uno lo traga todo mientras el espejo de Yugoslavia sirva de algo. Si, por azares del destino, cristalizara la España rota, quienes la encabezan nos tendrían que asegurar que un ciudadano catalán que se sienta español va a tener todos sus derechos políticos y culturales; por ejemplo, el de la lengua y la educación.
La transición democrática ha encontrado una de sus mayores virtudes en la atemperación, el carácter tolerante del nacionalismo español. Pero Jano tiene un mínimo de dos caras. Hay que pedir a nuestros paisanos catalanes y vascos que quieren la independencia que nos guarden a todos el respeto necesario para no despertar ese horrible monstruo nacionalista, afortunadamente dormido, que habita también entre nosotros.
Y puestos a pedir, que respeten el verbo haber, columna vertebral de nuestro patriotismo. Ha habido casos...
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