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Reportaje:

"Por aquí, cariño"

Enormes colas en Harrod's para conseguir la firma de lady Thatcher en sus memorias

Enric González

Ni siquiera por rebajas se había visto una cola de tales características: daba dos vueltas a la librería, seguía por donde la sección de ropa de cama y llegaba hasta la calle. Más de un turista optó ayer por no visitar Harrod's, los famosos almacenes de Knightsbridge, en Londres, en vista de la situación: policía en todas partes, registros en cada puerta y fotógrafos encaramados sobre las estanterías. No era para menos.La ex primera ministra Margaret Thatcher, ahora lady Thatcher, se estrenaba como autora de éxito firmando ejemplares de su libro de memorias, Los años de Downing Street, que ayer comenzó a ponerse a la venta.

A juzgar por la aglomeración en Harrod's, las memorias de lady Thatcher pueden convertirse en uno de los grandes éxitos editoriales del año. Decenas de personas, fidelísimos thatcheristas en su gran mayoría, pasaron la noche en vela, junto a la puerta de los almacenes, para ocupar un buen sitio en la cola. Comparadas con tal sacrificio, las 25 libras que costaba el libro, casi 5.000 pesetas al cambio, eran poco más que simple calderilla.

El primer afortunado en comparecer ante la presencia de la señora, un caballero de 28 años llamado Steven Logan, se definió como "un gran admirador" de lady Thatcher y "un producto del thatcherismo". Logan vive en Whitechapel, una zona deprimida al este de Londres. El catecismo económico thatcherista cambió su vida.

"Empecé a admirarla en 1982, durante la guerra contra Argentina en las Malvinas, por su manera de actuar", explicó. "Entonces decidí seguir sus consejos y me establecí por mi cuenta", añadió el devoto comprador.

Logan dio la espalda a la monotonía de un salario fijo y montó su propio negocio unipersonal, que, si bien modesto, ha sobrevivido ya a dos recesiones: "Limpio oficinas y me gano razonablemente la vida; a mi manera, he tenido éxito", confesó a un grupo de periodistas.

A la hora de la verdad, Logan temblaba como una hoja. Lady Thatcher acababa de aparecer por un lateral de la sala de los lujosos grandes almacenes, vestida de azul pálido y con un torbellino de cámaras a su alrededor. La ex primera ministra se sentó a la mesa, empuñó la pluma de un zarpazo y se quedó mirando al pobre hombre. Falto de sueño, consumido por los nervios, el animoso emprendedor de Whitechapel hizo lo que era de esperar: quedarse paralizado.

Lady Thatcher, acostumbrada a causar terror incluso entre sus antiguos ministros durante sus 11 años en el poder, se hizo cargo de la situación. "Por aquí, cariño", le indicó, con una sonrisa propia de jornada electoral. "Ahora acércate. ¿Cómo te llarnas?" "S-s-s-steven".

"¿Steven? ¿Con v? Muy bien". Abrió uno de los ejemplares y escribió, con grandes letras: "Para Steven, de Margaret

Thatcher". "Ya está, muchísimas gracias". Y un alma piadosa se llevó del brazo a Steven Logan, aún pasmado, a que le envolvieran el libro de memorias autografiado.

Las dos horas concertadas con lady Thatcher resultaron insuficientes. Cuando vino a buscarla su marido, Dennis, con prisas porque había que descubrir un retrato de la señora en la Sociedad de Bellas Artes, la cola de compradores aún llegaba hasta la calle.

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