El Atlético anuncia tormenta
La Real gana en el Calderón con los goles de Luis Pérez y Kodro
La vieja Real. Un equipo bien armado, con tendencia a la superpoblación defensiva y con una vena oportunista. Hizo el trabajo de siempre, con eficacia, frente a un rival desorientado, a punto de sufrir la sacudida de Gil. En medio quedó un partido chato, de fútbol lineal, más favorable a los intereses de la Real Sociedad, que se negó noquear al Atlético en la segunda parte.
El Atlético tuvo la oportunidad de vivir cómodamente, pero se complicó la tarde. También salió por ahí la historia: el equipo inconsistente, sin concentración para manejar los partidos favorables. Al fondo, se advierte la tormenta que viene.
El duelo tenía un problema de biorritmo. Sábado, a las seis. Hora de fútbol de descampado, los chaparrones, el suelo pastoso y el juego sin vuelo. No había tensión en el campo. El Atlético llevaba el paso por su condición de local y por el recelo de la Real. Juego no había. El Atlético de Madrid se había presentado en un estado de emergencia, apretado por una secuencia de malos resultados y la perspectiva del seísmo presidencial. La larga nómina de lesionados añadían un grado más de alerta. Jair, que ya ha recibido las instrucciones sobre sus derechos y sus deberes en el club, se mantuvo firme en sus convicciones. Dibujó su 4-4-2, con el experimento de Kiko en la punta del diamante de centrocampistas.
El partido tuvo un color desvaído hasta el gol de Quevedo, una acción que provocó un efecto euforizante sobre el juego. Fue una maniobra muy rápida y sencilla entre Quevedo y Benítez. Un pase corrido al pequeño paraguayo, que devolvió rápido al medio del área, donde apareció Quevedo para llenarse de balón. El Atlético se había encontrado en una situación espléndida, con la ventaja en su mano frente a un adversario que siempre prefiere esconderse a exponerse en el juego de ataque. Así se había ofrecido la Real hasta el gol local: en su agujero, con pocas ganas de sacar la cabeza. Pero le llegó la ayuda en el mejor momento. Cuatro minutos después del tanto de Quevedo, Juanito cometió los dos errores que procuraron el empate. Colocado como último defensor, perdió la pelota en un pase y no tuvo otra idea que llevarse las manos a la cabeza, muy preocupado el hombre. Se quedó quieto y dejó el agujero de rigor. Luis Pérez dio las gracias, recibió el balón y se fue hacia Diego. El tiro cruzado y el gol. El partido se había vuelto contra el Atlético.
El resto de la primera parte presenció el derrumbe del Atlético. La Real, que siempre ha tenido buena vista para pescar en esta clase de partidos, sacó beneficios poco después. El penalti aplanó definitivamente el camino a la Real. La tensión se multiplicó en el Atlético, con pocos recursos para subir la cuesta. Los jugadores tiraron de corazón, sobre todo en el cuarto de hora inicial del segundo tiempo. Alberto, un portero más competente bajo los palos que en las salidas, se estiró con gran propiedad en un tiro libre de Pedro y en un remate de cabeza de López.
Pero el partido había virado hacia la Real. La posibilidad más abierta era el gol donostiarra en la larga secuencia de contragolpes que sacó en el segundo tiempo.
Le faltó a la Real un poco de calma y precisión para cerrar el encuentro, dos cualidades que también habían abandonado al Atlético, cada vez más dispuesto a reeditar su historia más reciente, con todo lo que eso significa.
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