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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un viaje difícil

BORÍS YELTSIN realiza un viaje de tres días a Tokio en un momento poco oportuno para poder progresar en la solución de los problemas existentes entre los dos países. Pero después de haber pospuesto dos veces su visita a Japón, en septiembre de 1992 y en mayo pasado, un nuevo aplazamiento hubiese tenido efectos muy negativos: por un lado, dar la sensación de que Yeltsin está tan inseguro en Moscú que no se atreve a viajar; y, por otro, disgustar seriamente a los japoneses ante la reiteración de los viajes anunciados y luego suspendidos. El presidente ruso ha optado por prolongar el estado de excepción en Moscú, con duras medidas policiacas, para evitar sorpresas. Y acortar el desplazamiento a Japón a tres días muy cargados.Desde su anterior visita a Japón, Yeltsin ha hecho un esfuerzo especial por romper el hielo y mejorar el ambiente presentando sus condolencias por la muerte y sufrimientos de los numerosos prisioneros japoneses trasladados a Rusia al término de la II Guerra Mundial. Sin embargo, en el tema que interesa a Japón en primer lugar -las cuatro islas Kuriles anexionadas por la URSS en 1945-, Yeltsin está muy atado para tomar iniciativas que puedan desbloquear el conflicto.

Antes de su viaje de 1992 había anunciado que adelantaría nuevas ideas, pero entonces la presión de los nacionalistas le hizo retroceder, y por eso decidió anular el viaje. Ahora, los sectores ex comunistas y nacionalistas han sido derrotados. Pero en esta derrota el papel desempeñado por el Ejército ha sido decisivo. Ha sido la primera vez que los militares asumen un protagonismo político tan claro. Y en el asunto de las Kuriles lo que más pesa es el aspecto militar, la convicción del mando ruso de que la posesión de dichas islas supone una ventaja fundamental para la capacidad de movimiento de la flota rusa en Extremo Oriente. En esta coyuntura, Yeltsin ha tenido que limitarse a un gesto mínimo: ha declarado que Rusia hace suyos los compromisos de la antigua Unión Soviética, lo cual supone asumir la declaración firmada por Jruschov en 1956 prometiendo devolver dos islas cuando se concluya el tratado de paz. Ahora se trata de entablar una negociación en un clima mundial distinto.

Del lado ruso, el principal interés del viaje es convencer a los japoneses de que amplíen sus ayudas económicas y técnicas, hoy limitadas, sin supeditarlas a la devolución de las islas. Las declaraciones suscritas por las dos partes trazan en ese orden una perspectiva interesante, citando numerosos campos en que una cooperación japonesa podría ayudar a impulsar la deteriorada economía rusa, sobre. todo en las regiones de Siberia y Extremo Oriente, poco desarrolladas a pesar de su gran riqueza en materias primas. Sin embargo, los japoneses no parecen dispuestos a asumir por ahora compromisos concretos en ese terreno. Es sin duda una forma de presionar sobre el tema de las Kuriles; pero otra razón poderosa son las incertidumbres que permanecen acerca del futuro de Rusia, a pesar de la victoria de Yeltsin sobre sus adversarios.

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