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Tribuna
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La zona

Jorge M. Reverte

Qué brusco despertar del sueño. Un ejecutivo español está entre los más cotizados del mundo por su práctica teoría de los bajones de costes y la ergonomía laboral. Un ejecutivo español dice que no es ergonómica para el capitalismo la planta de la Zona Franca del puerto de Barcelona. Y hasta es posible que tenga razón.Pongamos entonces todas las barbas a remojar. ¿Somos ergonómicos en algo? No lo somos en cine, ni en fabricar toallas, ni en ensidesas. Una puñetera desgracia como capitalistas. Nos admiramos cada vez que alguno de los nuestros se va a China a fabricar zapatillas, a Marruecos vaqueros o a Alemania teorías sobre el puesto de trabajo. Un pueblo de genios. Chupa-chups en Rusia, fregonas en Ucrania.

Del otro lado nos explican -con razón- que el proteccionismo no sirve para nada, que sólo aplaza las catástrofes para hacerlas más bestiales. El capitalismo no tiene la culpa. La tenemos nosotros, que no somos capaces de hacemos ergonómicos.

Y nos queda montarles la bronca a los moros y los malayos, que producen más barato y se quedan con las fábricas. Allí se va el capitalismo a encontrar su ergonomía. El capitalismo no tiene cara: no le podemos regañar. Los moros sí tienen; los checos, sí; los malayos, sí.

Dumping social, esquiroles. Comenzamos a odiar a los desharrapados. Delirios de cañonera en las barras de los bares.

Y el capitalismo, que no tiene cara, que no tiene patria, que sólo tiene teorías prácticas sobre los costes y las ergonomías, hace con los moros y los malayos lo que nadie hizo antes (antes lo hizo en la Zona Franca): ponerles fábricas hasta que dejen de ser ergonómicos.

Somos un país de zonas francas. Pero no tenemos cañoneras ni sabemos de economías. ¿Matamos a Arriortúa?, ¿invadimos Malasia?, ¿o nos ponemos a pensar?

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