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Un pastel económico

"Que busquen ellos los patrocinadores si quieren controlarlo todo", proclama José Miguel Echávarri, director del Banesto. La democracia buscada es, en el fondo, más económica que nominal. El 791/o del presupuesto de la UCI se cubre con los ingresos generados directamente por los equipos y sus corredores: el 12% del dinero llega del campeonato del Mundo; el 27%, de la Copa del Mundo y el 40%, del acuerdo con la Unión Europea de Radiodifusión (UER) para la retransmisión de las carreras que componen la Copa del Mundo y el Mundial. "Es un puro desequilibrio: se obliga a los corredores y no se les da nada a cambio" se lamenta Echávarri, quien cuenta que en la ceremonia de entrega de medallas del último Mundial se prohibió a los corredores, incluido Miguel Induráin, medalla de plata, lucir las gorras de sus equipos para no empañar la publicidad oficial, una marca de cervezas que patrocinaba la prueba.Mientras los organizadores se nutren de as grandes multinacionales que copan la publicidad estática en sus pruebas, los equipos encuentran cada vez más restricciones. Hace varios años, empresas cuyos productos se venden en todo el mundo -PDM, Hitachi, Toshiba, Buckler o Panasonic- patrocinaban equipos ciclístas. Ahora, sólo una empresa de estas características, WordPerfect, confía su publicidad a la vía aleatoria, que sólo es rentable si el equipo es bueno deportivamente. Sólo firmas con carácter nacional o incluso regional se vuelcan para financiar conjuntos.

Las grandes empresas que financian las pruebas y que no corren el riesgo de lo aleatorio -Crédit Lyonnais, que patrocina el Tour, siempre gana el maillot amarillo- necesitan, sin embargo, que las pruebas tengan una gran participación, que sean interesantes y que los espectadores no apaguen el televisor aburridos. Es decir, necesitan de los equipos españoles e italianos, cuyos intereses económicos y publicitarios no siempre coinciden.

Esa es la paradoja que busca resolver de alguna manera el ciclismo español. Que el círculo se cierre. Hace años, los equipos pagaban varios millones de pesetas para poder participar en el Tour. Superada esa injusticia el siguiente paso, según señalan los equipos, sería que los organizadores comiencen a compartir el pastel económico.

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