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Reportaje:

Los gordos de Botero, entre los rascacielos

El artista colombiano expone sus esculturas en Nueva York

Antonio Caño

Junto a la gorda tumbada de Botero descansa un homeless., casi en la misma pose que la figura que le da sombra. En la esquina de enfrente, dos secretarias consumen velozmente las hojas de lechuga de su almuerzo. "¿Qué, las estatuas?", pregunta una de las dos Jóvenes pelirrojas. "¡Ah! No sabía que eran una exposición. Creía que las había puesto el alcalde para hacerse notar, ahora que están cerca las elecciones!". El mendigo sin hogar persiste en su reposo aferrado a una bolsa de papel color café.La escena ocurre una mañana de finales de septiembre en Park Avenue, a la altura de la Calle 56, en las estribaciones de la parte alta de Manhattan, ciudad de Nueva York, un lugar en el que es muy difícil llamar la atención. Las colosales estatuas del colombiano Fernando Botero lo intentan. Catorce figuras desplegadas en esa famosa travesía, en las ocho manzanas que ocupan, desde la Calle 54 hasta la 61, aportan -hasta el 14 de noviembre- un toque diferenciador a esta área de la Gran Manzana. Pero la gente camina por allí demasiado rápido, los taxistas tocan demasiado el claxon y hay demasiadas cosas que mirar en Nueva York como para que la estupenda exposición de Botero capte la atención del público.

Barbara Goldner, del Public Art Found, la organización que patrocina esta muestra callejera, afirma que "las esculturas han levantado más interés del esperado". "Sé de mucha gente", dice, "que se reúne a charlar sentada junto a las estatuas, y otros que cruzan la calle en cada semáforo para observar las figuras de cerca". Al director ejecutivo del Public Art Fund, James Clark, se le ocurrió la idea de esta exposición después de haber visto esa obra exhibida en los Campos Elíseos, en París.

Esta fundación, de financiación privada y especializada en el arte al aire libre, considera que supone un gran reto exponer esculturas en una ciudad con tanta personalidad, y en medio de los poderosos rascacielos de Midtown Manhattan, que convierten visualmente en seres insignificantes todo lo que queda por debajo. Y no porque las esculturas sean pequeñas. Cada una de las piezas, que reproducen figuras humanas y de animales, pesa alrededor de las dos toneladas y mide casi cinco metros.

James Clark estima que esta exposición es el desafío más importante de la ciudad de Nueva York desde la exhibición callejera de Henry Moore, en 1984. "Para muchos neoyorquinos, la exposición de Henry Moore permanece como uno de sus principales recuerdos sobre las calles de la ciudad. Esperamos que también la de Botero sea recordada durante mucho tiempo", opina el director de la mencionada fundación.

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